Por esa costumbre tuya de caer a cántaros
cuando aún no llueve.
Qué bonito tomarte de la mano si no estás, solo subir l'Avinguda dels Tilers
y llegarse solo al paseíto de l'Arc de Triomf donde flota el polen invisible
y haciéndote reir de un chiste malo ¡atchús! te imagino,
aterrizar en el vagón muy justo cuando el último tren cierra sus puertas
y ya sentado solitario en el largo banco de plástico darte un besito casto,
sólo de labios, y que salte ¡chas! una chispa eléctrica de tu incomparecencia
y nos mire de reojo esa señora que va leyendo Cincuenta sombras de Grey
como si estuviera loco o drogado o algo.
Cuando llega la locomotora a Badalona a última hora de la noche bajo tanta estrella
le da el sol a que no estés y brillas mucho y estás ¡muá! para comerte, niña preciosa.