La orientación profesional de adolescentes es un hito importante de la educación. La posición más extrema, enmarcada en una utopía exagerada, indica que debemos intentar hacer aquello que nos gusta pues eso nos llenará de felicidad y satisfacción.
En ocasiones se escuchan historias de ejemplos de éxito en los que alguien, bien posicionado profesionalmente, cambia radicalmente su orientación y empieza una nueva andadura profesional en aquello que realmente desea. En estos ejemplos faltaría encontrar la proporción de ese tipo de historias entre éxitos y fracasos.
Sin pretender negar lo evidente, que hacer lo que nos gusta nos llena de gran satisfacción, no lo es menos que hacer lo que nos gusta y pasar hambre no es una buena estrategia porque probablemente la satisfacción producida por un lado se pierde por el otro. Hacer lo que nos gusta no es una meta si no una tendencia hacia nuestra propia autorrealización. Existen puntos intermedios en los que podemos ganarnos la vida en algo que quizás no es lo más divertido del mundo pero podemos dedicar el tiempo libre, como hobby y sin la presión de tener que vivir de ello, a nuestros intereses reales.
Ed Wood, considerado como el peor director de cine de todos los tiempos, no parecía pensar que era un negado para ello. Se dedicaba en cuerpo y alma y sorteaba todo tipo de contratiempos con paciencia, préstamos ‘obligados’, trucos (aceptar siempre una sola toma pues siempre era buena a la primera) y un estado de ánimo aparentemente positivo.
Tim Burton dirigió en 1994 “Ed Wood”, película de intento biográfico donde se narra las peripecias del director de culto, malo, malísimo pero de culto al fin y al cabo.
John Deep hace de Ed Wood y vemos en la película como se rodea de personas que desde fuera pueden parecer perdedoras o marginadas. Deviene “General de las causas perdidas” y después de algunos títulos más bien fracasados, conoce a Béla Lugosi un antiguo actor de cine de terror de blanco y negro, ya viejo y prácticamente olvidado.
La película “Ed Wood” se centra en todo lo que rodeó a la filmación culminante del director maldito (Plan 9 del espacio exterior).
Tim Burton desgrana la psicología de los personajes, especialmente la de Ed y la de Béla. Se nos presenta un Ed volcado hacia su ilusión (dirigir películas), resolviendo los problemas (mejor o peor pero resolviéndolos), pendiente de su “gente” y con algo parecido a ciertas dosis de empatía.
Al hilo de la película uno no puede evitar pensar que todo habría sido diferente si Ed hubiese orientado sus pasos hacia una profesión de entrega y servicio hacia los demás con mejor criterio que el utilizado. Quizás enfermero, médico, asistente social, cura. Todo menos director de películas. Como mucho, que hubiese sido una afición. Así, un enfermero que en sus ratos libres hiciese ‘cortos’ antropológicos de su ciudad.
Las mentes adolescentes son diferentes unas de otras pero todas igual de válidas. Todos somos buenos en algo y menos buenos en otras cosas. La orientación profesional debe poder detectar esos puntos fuertes e intentar reconducir nuestras vidas hacia un balance equilibrado de actividades (aquellas que nos permitirán vivir y aquellas otras que nos permitirá realizarnos.) Premio de honor para quien consiga aunar en una sola actividad ambas cosas.
Ed Wood llegó a ser una especie de General de gente olvidada, mediocre o invisible, según queramos definir a aquellos que no cuentan para nada. ¿Tenía conciencia de ello? No le veo en el papel de rey de los mediocres como así se definió Antonio Salieri en la película Amadeus. Salieri era un gran músico y compositor. De los mejores, pero tuvo la mala suerte de coincidir en el tiempo con un genio que lo apagó: Mozart.
No parece que Ed creyera de verdad que fuese un gran director de cine ni que se constituyera como el rey de los mediocres, pero que su esfuerzo estaba mal enfocado parece obvio aunque nadie sabe si verdaderamente llegó a la autorrealización. No, no lo parece, si nos atenemos a los problemas de alcohol y ruina a los que se enfrentó al final de su vida.
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