San Sebastián de los Reyes

Estar vacía. Ir a San Sebastián de los Reyes.
 
Junto a mí la tentación de encontrar correlaciones entre el estado mental y el lugar donde acabas no por decisión propia (ahí no habría oscuridades), sino porque te toca. Puedo jugar a esa hipótesis que  permitiría, llevada al extremo, negar los nombres, llamar al solar corazón y a la gasolinera armatoste de frío. No estoy en el norte; esto es el oeste porque lo dice mi ocaso, el vacío, estar vacía, yendo a San Sebastián de los Reyes para ver qué depara a mi presente huido. Puedo pensarlo al contrario: si estoy vacía, lo que veo se inscribe en mí: ahora mi mano es esa plaza en cuyo centro se alza un cruceiro, mis ojos son el rótulo beige de una panadería, por mi lengua se deslizan las baldosas huecas de una acera, que se llenarán de agua cuando llueva y salpicarán a los vecinos.
 
Si no hay nada en mí, si este existir descabellado e imposible me ha sido dado, o algo que se le asemeja, no discrimino. ¿Permite mi cuerpo no discriminar? No es eso, claro. Es quedarme en un borde que impide que me disuelva. Miro indiscriminadamente edificios igualmente indiscriminados, y sobre todo miro cómo se han construido los demás, sin que mis globos oculares se centren o busquen algo, y sin que se cierren, al igual que mis orejas. No hay hoy conversaciones que escuche sólo a medias, y mi cabeza no emite más juicios que el del pasmo de no emitir apenas juicios.
 
Cómo se construyen los demás, cómo se construye la parte nueva de San Sebastián de los Reyes, cómo se construye un niño, una casa, una pareja, un negocio, un tocado. San Sebastián de los Reyes y la natalidad y las buenas zonas para que los infantes no respiren la contaminación del centro y puedan jugar en plazas cerradas al tráfico. Hoy estoy aquí y me da igual si esta vida que entra por mis poros es la que yo quiero. Me da igual si me parece bien o mal. Quiero no tener ese tipo de parecer, tu casa y tu vida bien pero. Quiero permanecer aquí en mi vacío llenándome de cosas que no he elegido y que me provocan asombro porque estoy sin filtros y esas cosas son, de repente y mirándolas con unos ojos que no son mis ojos, meras presencias poderosas. Y si no es un milagro que las cosas se construyan.
 
 
 
 
 

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