Cuando mis hijas eran pequeñas teníamos un 'oso' en casa. Un día de mucho calor, una de ellas, siendo bebé, lloraba en el jardín. Entretenidos los adultos en otras tareas lejos de sus lágrimas, el 'oso' se acercó y la calmó lamiendo la planta de sus pies. Así era K, un buen tipo que hacía temblar la mesa cuando apoyaba su cabezota junto a los espagueti.