Ingeborg Bachmann escribe cuentos como sueños.
Sus historias contienen situaciones oníricas, desarrollos oníricos, espacios oníricos.
Pero nada es surrealismo.
Pero nada es artificio.
Bachmann es rápida.
Sin detenerse en lo abstracto, Bachmann conecta, filosofea.
Intuye la idea y la expresa.
(Y aquí la palabra expresión es importante.)
Todo en ella es etéreo y cerebral, tan transparente como físico.
Todo en ella es un soplo suave surgiendo de pulmones llenos.
Bachmann se aventura y deja que sus textos crezcan en direcciones sorprendentes, sin perder el control ni el orden de sus pensamientos.
Nunca.
Los personajes de Bachmann especulan.
Los personajes de Bachmann aman.
Los personajes de Bachmann no saben dónde están, y temen.
Atraviesan limbos.
Cruzan fronteras.
Bachmann difumina los límites.
Bachmann visita submundos, y oh, nos los entrega.