El aula y la escritura creativa, ¿una combinación provechosa?

Un libro de cuentos bastante peculiar, diversos talleres literarios y Joan Manuel Serrat compartieron protagonismo la tarde del 10 de mayo en la Universidad Pompeu Fabra. Para festejar el quinto aniversario del Máster en Creación Literaria del IDEC, se programaron una serie de actividades abiertas relacionadas con la literatura, pequeñas píldoras para los interesados en la escritura creativa en cualquiera de sus formas.
 
La jornada comenzó con clases sobre microrrelato, crítica emocional y poesía para narradores impartidas por docentes del máster. Sin embargo, el acto central fue la presentación de Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Editorial Candaya), antología de doce escritores jóvenes que han cursado el máster en alguna de sus cinco ediciones. Jorge Carrión, escritor y profesor encargado de la coordinación del curso, explicó que el título alude a “la emergencia por ser públicos” que sienten los escritores en sus primeras etapas.
 
El libro es una obra plural en lo estilístico, lo temático y también en lo geográfico, ya que los autores proceden de diversos países a ambos lados del Atlántico. La selección fue responsabilidad del propio Carrión y del escritor mexicano Juan Villoro, otro de los profesores del máster. En el acto estaban presentes varios de los autores, entre ellos el también mexicano Eduardo Ruiz Sosa, quien destacó la importancia del cuento como un género clave para entender la tradición y el presente de la literatura, pese a que en ocasiones es injustamente olvidado por su menor fuerza comercial en comparación con la novela. Tomás Sánchez Bellocchio, otro de los escritores representados en la antología, defendió por su parte la utilidad de los cursos de creación literaria, asegurando que “no homogeneizan a los escritores sino que les ayudan a encontrar su propio camino”.
 
Para finalizar la jornada, un creador tan destacado como Joan Manuel Serrat conversó con los asistentes acerca de su concepción de la música y de la poesía. El cantautor habló con la serenidad de un hombre sabio. Escogió sus palabras cuidadosamente y cambió de idioma con agilidad. En todo momento se mostró jovial y con un pícaro sentido del humor que levantó numerosas carcajadas entre el público. Dijo entender la canción y la poesía como “una conmoción”. A la hora de componer la música que ha acompañado los versos de poetas como Machado o Miguel Hernández ha debido “bucear y hurgar en la poesía ajena”, una labor que ha emprendido con placer puesto que “para emocionar a otros primero debe emocionarte a ti”. 
Serrat aseguró creer en la insistencia más que “en las puñeteras musas”. Se encuentra cómodo en los territorios de la ironía y el cinismo, dado que fuera de esos ámbitos se sentiría “como si estuviera en calzoncillos”. Confesó que escribir canciones es para él “un ejercicio de higiene” y que para crear necesita “ponerse de cara a la pared”, alejado de cualquier bello paisaje que lo distraiga. El cantautor considera que vive en la duda, pero lo que resultó indudable es que conserva su capacidad para suscitar pasiones: una mujer del público confesó que él era su amor adolescente y un hombre argentino, muy emocionado, aseguró que cumplía un sueño al conocerle en persona.
La celebración finalizó con una copa de champán que alentó un sinfín de burbujeantes conversaciones acerca del presente, el futuro y las imprevisibles fronteras que los separan. Es imposible saber si alguno de los autores que presentaron su primer libro será recordado dentro de veinte años. Como bien dijo Serrat, “la ventaja del paso del tiempo es que pone todo en su sitio”. Pero al menos su emergencia por traspasar la intimidad del creador y penetrar en el ámbito de lo público se habrá visto atenuada.
El debate está abierto: ¿las clases de escritura creativa son de verdadera ayuda para los escritores? Siempre se ha dicho que a escribir se aprende escribiendo (y leyendo). Nadie puede ponerlo en duda. Por muchas lecciones magistrales que se reciban, de nada servirán si se carece de la voluntad necesaria para aislarse del mundo durante cientos de horas y dedicarse a la escritura de una novela o cualquier otro tipo de obra literaria.
Sin embargo, en los últimos tiempos han proliferado cursos, talleres y escuelas de escritores que tratan de dar un empujón a quienes están dando sus primeros pasos, casi siempre vacilantes, en el mundo de la literatura. Cada experiencia es única y suscita opiniones antagónicas. Yo creo que es imposible generalizar: los cursos serán buenos o malos en función de quienes los impartan y reciban (los compañeros son tan determinantes como los profesores para determinar su éxito). La teoría sobre las técnicas narrativas puede consultarse en cualquier página de internet. Incluso se han escrito libros al respecto como El arte de la ficción, de David Lodge. 
 
Pero contar con un grupo de personas con inquietudes literarias dispuestas a leer críticamente sus textos y a ofrecer sus sugerencias para mejorarlos puede resultarle muy valioso a un autor en ciernes. Es probable que le ayuden a detectar sus vicios. No escribirán su libro por él, pero le servirán para ganar tiempo y tomar impulso. Si el grupo es bueno, insisto.
 
¿Qué pensáis sobre todo esto? ¿Habéis recibido clases de escritura creativa? ¿Cómo fue vuestra experiencia? ¿Os parece un engañabobos, una opción interesante, un recurso desesperado, una solución mágica…?  

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