Martes, 5:00 a.m.

Un miércoles como un espacio en blanco entre dos fechas vacías de un calendario anónimo. Miércoles como raíl descompuesto de unas vías que van a ninguna parte. Un día empapado de nada que mira a ambos lados y encoge los hombros. Hoy es miércoles noche en la casa de empeños de Harlem y un silencio atronador ruboriza a los instrumentos del escaparate.Nada en los bolsillos de la cabeza, ni tan siquiera la visión de un bosque en llamas para ir tirando unas horas. Las manos sucias de tinta impostada y poemas que no valen ni media coartada. Miércoles de ceniza, sombra para dos, la inmortalidad se prostituye en un mercado subterráneo de Londres. Las ratas se conforman con leer filosofía barata a la luz de la pólvora en las alcantarillas ante tanta ausencia de terremotos. La perra fiel espera el regreso de Ulises destejiendo su feminidad, todas las noches. Miércoles de hocicos que beben polvo en los abrevaderos de carreteras cortadas. La luna tiene cara de vagón o de tendero fatalista. Es tarde y la calle se ha hecho agua y yo no sé a qué desperdicios de mí asirme. La poesía es un tajo insatisfecho que pide más sangre, el aire caliente que se espesa entre el cuchillo y la garganta. Y yo nunca he dejado de ser el pasaje abierto por el día en que me echaste.

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