Cubierto


                  




Ordenando sin asco las cucharas
de un restaurante caro recordé
las olas y a mi madre.

Había varios tipos de cucharas
–postre, con leche y solo– y no era raro
que apareciera un huérfano,
un pobre desterrado de quién sabe
qué franquicia, qué bar, qué casa sola.

Estas piezas bastardas acababan
todas juntas
en un tupperware blanco
sin tapa –y eran muchas, muchísimas cucharas–.

Ordenando y puliendo las cucharas,
en los últimos días del verano,
pensé en mi madre blanca con los ojos
recorriendo las olas,
                             en busca del pequeño
que no sabe que está tumbado dentro
del barco inflable azul. Pensé en el mar.
En sus corrientes raras, en los sitios
que visitó mi madre en su cabeza.
Los cajones oscuros de la mente.

Pero me incorporé y gritó y la cosa
quedó en algo que padre no sabría.

Un objeto pequeño
que empujado por quién sabe qué miedos,
reapareció de pronto,
en los últimos días del verano. 



B.C.

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