Ayer mismo leíamos en las noticias que el actor Michael C. Hall (Dexter) está preparando la adaptación televisiva de esta novela, que curiosamente acaba de publicarse en España y que leí hace sólo unos días. Es un libro con el que yo me he divertido mucho pero, atención, solamente se lo recomendaría a los cinéfilos chalados como yo. Cuenta la historia de varios agentes y productores de cine a lo largo de varias décadas, y mezcla con habilidad la ficción con los hechos reales. El tipo que conoce la industria al dedillo y que se sabe las filmografías de un montón de actores, actrices y directores no tendrá problema para saber cuándo el autor está mintiendo/creando, identificando rápidamente qué título se ha inventado Specktor y qué título fue rodado en realidad. Por eso yo me lo pasé muy bien durante su lectura, aunque hacia el final acaba fatigando un poco (son unas 500 páginas; eso sí: con diversión asegurada y unos cuantos personajes chiflados y sus proyectos para levantar películas, trabajar con ésta o aquella estrella y lograr financiación y guionistas a la altura). Está, además, plagada de guiños y de referencias a Hollywood y a quienes trabajan o trabajaron allí y de “cameos”: Martin Scorsese, Robert De Niro, John Belushi, George Clooney, Richard LaGravenese, Albert Finney… Os dejo con un fragmento (por cierto: aquí se pueden leer bastantes páginas del libro):
Había sido contratado en el acto, volvía a sus raíces, a enseñar zapatillas de deporte. Esto era el reconocimiento de una derrota en toda regla. Sin embargo, era también extrañamente satisfactorio. Un hombre gordo cerca de la mediana edad. Se había convertido en lo que los demás querían que fuera, había cumplido parte de las predicciones de su fracaso. En eso consistía no ser el héroe de su propia historia.
Nota al pie: en mi edición figura, bajo el título, el nombre de la traductora; como tengo estropeado el escáner, he tenido que recurrir a Google para encontrar la cubierta, pero en ningún caso consta ese nombre en la portada.
[El Aleph Editores. Traducción de Lucía Lijtmaer]
Había sido contratado en el acto, volvía a sus raíces, a enseñar zapatillas de deporte. Esto era el reconocimiento de una derrota en toda regla. Sin embargo, era también extrañamente satisfactorio. Un hombre gordo cerca de la mediana edad. Se había convertido en lo que los demás querían que fuera, había cumplido parte de las predicciones de su fracaso. En eso consistía no ser el héroe de su propia historia.
Nota al pie: en mi edición figura, bajo el título, el nombre de la traductora; como tengo estropeado el escáner, he tenido que recurrir a Google para encontrar la cubierta, pero en ningún caso consta ese nombre en la portada.
[El Aleph Editores. Traducción de Lucía Lijtmaer]