Peaje, de Julio de la Rosa


Estar enamorado ayuda. Es mejor que tomar pastillas. Hay gente que necesita las dos cosas. Yo no. Pobre hombre, aquél. Igual él también estaba recién enamorado. Estar enamorado ayuda a vivir a menos que tengas un accidente. Y la palmes. De eso no te cura el amor. Nunca había visto un espectáculo tan espantoso. Se ahogaba en un charco de sangre. Le colgaban las vísceras. ¿Cómo pueden permitir que sigan existiendo? Si cualquier otra cosa generara tantas muertes como los coches, estaría más que prohibida, perseguida y castigada. Primera causa de muerte en el mundo occidental durante décadas, y aquí siguen. Este fin de semana han muerto cuarenta y tres personas jugando al frisbi. Automáticamente confiscarían todos los frisbis del planeta y, a quien vieran lanzar un objeto circular por el aire, lo meterían en la cárcel. Pero no. Ojalá llegue el día en que persigan y detengan a todos estos desgraciados. Ni las guerras han matado tanta gente como los coches: a las cifras me remito, aunque no me las sepa.

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Qué raro pensar que han dejado a una persona bajo tierra. La han metido en un agujero y… a continuar con sus vidas. Qué cosas tan extrañas hacemos los seres humanos.

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O encuentras la felicidad en algún rincón de lo que haces o te vuelves como ese tío. Y yo no quiero ser funesto. Tampoco es que me quiera engañar, yo sé que este curro es una mierda, pero me lo paso bien. Hay que aprender a pasárselo bien. Contar la cantidad de coches rojos que pasan en una hora puede que no sea la cosa más divertida del mundo, pero ya es algo. Un juego. Y el juego es diversión. 

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[Tropo Editores]

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