reseñas, política y otros virus


Virginia Woolf afirma en "El lector común" que las personas sin preparación cultural ni sensibilidad asimilativa deberían mantenerse al margen en la tarea de difundir opiniones sobre libros, editoriales y autores, esto es, el acto de reseñar, esa misión incendiaria e interesada a partes iguales, tan extensamente asumida hoy día por don nadies y otros lectores comunes (entre los que me incluyo).

Cita:

"El lector común, como da a entender el doctor Johnson, difiere del crítico y del académico. Está peor educado, y la naturaleza no lo ha dotado tan generosamente. Lee por placer más que para impartir conocimiento o corregir las opiniones ajenas. Le guía sobre todo un instinto de crear por sí mismo, a partir de lo que llega a sus manos, una especie de unidad -un retrato de un hombre, un bosquejo de una época, una teoría del arte de la escritura. Nunca cesa, mientras lee, de levantar un entramado tambaleante y destartalado que le dará la satisfacción temporal de asemejarse al objeto auténtico lo suficente para permitirse el afecto, la risa y la discusión."

Virginia, si levantaras la cabeza.

Tras leer su artículo escribí una contestación en la que tildaba a Virginia y sus amigotes de Bloomsbury de elitistas, egocéntricos, arios y otras barbaridades. Defendí a mordiscos que la crítica debe ser ejercida por los lectores, en un sentido amplio, libre y anárquico, y que todas las opiniones deben ser valoradas, provengan de donde provengan, sean lugares intelectualmente divinos o infrahumanos.

No hay diferencia, pensaba:

la crítica ejercida por novatos y aficionados es de tan dudosa intención como la ejercida por veteranos y profesionales del mundo de la palabra y el espectáculo.

Y es que:

en ocasiones uno tiene la impresión de moverse entre un estado extasiado de lameculismo y propaganda y un maremagnum destructivo en el que los galimatías y la demagogía son excesivamente frecuentes.

Esto es:

sensacionalismo.

Después pasó esto a raíz de la antología "Sangrantes", con su consecuente serie de contestaciones públicas y privadas.

Y pensé, en el fondo es divertido.

Pero más allá me pregunto por qué algunas personas ejercen la "crítica" de forma tan parcial y desafortunada.

Alabanza o destrucción.

¿Será nuestro bipartidismo subconsciente? ¿Nuestro bipolar pasado histórico? ¿Será nuestro caracter gregario, el resultado de nuestra extraña suma de complejos de inferioridad y superioridad?

Y al mismo tiempo:

es que hay libros que realmente dan ganas de tirar al fuego.

Y otros que.

Pero, ¿no debería el acto de informar estar por encima del acto de avivar o apagar fuegos?

Esto es:

¿qué objetivo tiene la crítica literaria?

y

¿quién y de qué modo asume la responsabilidad de ejercerla?

El público tiene un poder adquisitivo limitado,

no le hagas tirar el dinero recomendando libros de mierda.

El público dispone de una cantidad de tiempo limitada para dedicar a la lectura,

haz que tu recomendaciones y alertas enriquezcan verdaderamente la cultura.

Y ya, ya.

Cada cual tiene sus gustos y es libre de exponerlos de la manera que más le guste.

Sí.

¿Pero por qué en un bar entre cervezas un crítico reconoce no atreverse a escribir una reseña negativa sobre un libro que no le ha gustado porque conoce al autor y a los editores y porque de las bocas de sus colegas sólo asoman perlas cada vez que lo mencionan?

Amigo, la crítica no es destrucción, es identificación.

¿Qué estoy diciendo?

Los valores intermedios son infinitos.

Las explicaciones.

¿O sólo existe lo bueno y lo malo?

No.

Estamos seguros.

¿No debería esta etapa estar superada ya?

Y asumiendo los valores intermedios, las explicaciones razonables, los gustos personales, en el extremo opuesto:

¿por qué las críticas son a veces tan feroces?,

¿tan feroces?

Claro, nadie dijo que reseñar debiese ser un acto de amor.

La agresividad siempre vendió bien.

Esto es:

estrategia.

Ganas de molestar.

¿Carácter agrio?

Y asumiendo los valores intermedios, las explicaciones razonables, los gustos personales:

¿por qué tantas veces las reseñas giran en círculos concéntricos?

y

¿por qué a veces las reseñas son exhibiciones de las relaciones personales entre crítico y autor?

Sí, todos quieren exponer su amor.

Pero nadie dijo que reseñar debiese ser un acto de amor.

¿De odio?

Personalmente:

no me gustan las personas que al reseñar un libro intentan ridiculizar el estilo de vida del autor, sus relaciones personales y etc, en lugar de diseccionar la obra en cuestión con argumentos claros y sólidos,

ni

las personas que al reseñar un libro muestran fotografías con las dedicatorias que les han dirigido los autores, o pasando el brazo sobre el hombro del escritor.

Esto es:

pérdida de credibilidad.

Y manías personales.

Pero para mi:

no.

Gracias.

Así pues:

¿cómo identificar a un buen crítico?

¿Basta con hacer correr la sangre?

¿Basta la capacidad de adorno?

No.

Virginia, quizás te comprendo.

¿Basta la destrucción, el ensañamiento?

¿Basta el engorde?

Pero es tan fácil y agradable caer en estos vicios.

Y sin embargo creo:

que la intención, los propósitos más allá de la valoración del texto, deben desaparecer.

El crítico es (debería ser) un informador (subjetivo, sí) con capacidad para evaluar el contenido literario de las obras, sus puntos fuerte y débiles.

Y nada más.

Se acepta abusar del lenguaje.

Se acepta admirar y rechazar.

Pero no:

ser Belén Esteban.

Pero no:

buscar la coronación personal.

Basta la sinceridad.

A no ser que lo que desees, claro, sea crear un circo.

Pero eso es otro tema.

Dos citas:

"Bendito el que, sin tener nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras"
(GEORGE ELIOT)

"Y de verdad que nunca sabes la pomposidad que puede adquirir algo hasta que lo ves impreso"
 (ALISA KWITNEY)

Esta entrada no descubre nada nuevo, lo sé.

Pero tenía que decirlo.

Con cariño,

M


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