(Ilustración de Sanja Iveković)
Vuelco la sangre sobre las antenas de las hormigas
y jamás se mueren.
Fracturo el pájaro de hielo
y se mudan las hojas
y la sombra del invierno respira
y se compadece.
Soy un pensamiento frío:
la esterilidad de una boca
espantada
enferma
intensa.
Percibo la sangre
como la solución
para saberme fuera del nido
y no ser el centro del deshielo
ni un recital de heridas inciertas.
Y, sobre todo,
para
jamás
terminar de romperme.