Yo, precario – Javier López Menacho

De un tiempo a esta parte caen en mis manos diferentes libros de escritores que rondan los treinta o cuarenta años, con formación universitaria, másters, cursos, conferencias, que desde una primera persona protagonista narran sus vivencias personales. Dos son, al menos lo que he podido ver, los temas a tratar: de un lado la pérdida, como en Luz de noviembre, por la tarde, de Eduardo Laporte o la más reciente La hora violeta de Sergio del Molino. De otro lado, la precariedad laboral. Así, en La tienda y la vida, de Isabel Sucunza; Peaje, de Julio de la Rosa; o este Yo, precario, de Javier López Menacho, que es el que nos ocupa.

Javier López, al igual que muchos de  nosotros, se preparó para el futuro. Hizo su carrera y sus estudios de postgrado. Pensó que ese sacrificio se vería recompensado al finalizar los estudios con un puesto de trabajo acorde con su formación y bien remunerado. Pero la realidad, tras el paso académico, es muy diferente a cómo te la imaginas.

Así, Javier, o su álter ego en la narración, pasa por varios trabajos todos ellos precarios y mal pagados, rozando en ocasiones la dignidad personal. Así, va embutido en un traje de gomaespuma que simula una chocolatina; vestido de riguroso blanco con una sudadera azul, representando una reconocida marca de telefonía; o con los colores de la bandera de España y megáfono en mano animando a la selección.

La novela se divide en cuatro apartados, cada uno correspondiente a los diferentes trabajos que realiza a lo largo del libro. El primero, titulado El espíritu de la mascota, es el que trascurre bajo el pesado y caluroso traje de chocolatina gigante repartiendo el dulce en centros comerciales y ludotecas a niños. El disfraz de chocolatina sienta las bases del futuro del libro. Su protagonista comienza a escribir el día a día de la vida de una chocolatina gigante para, de alguna manera, refugiarse de su estado de perpetuo miedo y rabia a un tiempo. Miedo de no poder pagar el alquiler, de no poder hacer la compra, de no llegar a fin de mes, en definitiva. Y rabia por tener que aguantar y sacrificarse él para intentar paliar lo que otros, siempre más fuertes y poderosos, causaron. 

El siguiente apartado es La tabacrónica, donde es contratado como auditor de máquinas de tabaco. El protagonista nos narra cómo tiene que ir de bar en bar rellenando unos formularios acerca de la ubicación y los hábitos de consumo de tabaco del local. La desconfianza de los propietarios y las pocas ganas de colaborar son solo dos de los cientos de problemas con los que tiene que lidiar. 

El tercer capítulo son las Crónicas de bicicleta y en el nos da cuenta de su experiencia como repartidor de propaganda para la marca de telefonía.

Por último, en Crónicas de campeonato, el protagonista es contratado para hacer de speaker en un cine de Sant Cugat para los partidos que juegue la selección en la Eurocopa. 

Cuatro trabajos basura, como tantos otros que hay, solo una muestra de la situación por la que atravesamos los jóvenes de este país. Con este tipo de libros no puedo dejar de sentirme identificado. Esas miradas que te echan los dueños de un local cuando entras a su negocio con un maletín debajo del brazo o ese intento de vender un producto en el que no crees a otras personas y que te pone entre la espada y la pared porque, por un lado, siempre has jurado que jamás trabajarías en una cosa así, pero del otro lado tienes que comer. Así que te tragas tu orgullo y, como el protagonista en Crónicas de bicicleta, te sientes un infiltrado que trabaja desde dentro del sistema para poder desbaratarlo desde ahí. Y te lo acabas creyendo prque es la única manera en la que puedes hacer ese trabajo. 

Un libro, en definitiva, muy actual en cuanto a la situación que nos plantea, pero atemporal ya que siempre estarán los de arriba y los de abajo. 


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