Joder con la historia. La Historia, quiero decir. Qué husmeará hoy la Historia, me pregunto.
En La liebre con ojos de ámbar se llega también a la Viena desquiciada y tomada por Hitler. Hace poco una señora me dijo que Hitler le caía muy mal. Me pareció al principio descabellada la afirmación. Hay gente para todo. Hitler, recién fagocitada Austria, tarda seis horas desde Linz a Viena; es un baño de masas. Edmund de Waal toma como escusa una colección de netsukes para contarnos la historia de su familia. Judíos, les ha ido bien en los negocios, el mundo es pequeño, y cuánto mejor te vaya más pequeño es. Sale todo el mundo conocido: Monet, Renoir, Proust, Rilke. Todo el mundo. No sé, cualquier nombre aparece en alguna parte del libro. A lo Forrest Gump pero sin deficiencia mental. Por cierto, que los netsukes son una especie de posapapeles muy finos, muy bonitos, y que no son, en definitiva, posapapeles. Figurativos, delicados, el japonismo hecho marfil o madera.
Llegamos, entonces, con esa elevada familia, al ruido. Camiones, pistolas, gritos.
"El ruido de cosas rompiéndose es la recompensa por tanto tiempo de espera. [...] Esta noche es la de la historia que los abuelos les contaban a los nietos, el momento en que al fin los judíos tendrían que rendir cuentas por tanta rapiña, por todo lo que han robado a los pobres; la historia de cómo se limpiarían las calles y se encendería la luz en los rincones oscuros. Trata de la roña, de la inmundicia que los judíos trajeron a nuestra ciudad de sus chozas hediondas, de cómo nos quitaron lo nuestro." [pág. 255]
Cosa, netsuke. Me estaba acordando ahora precisamente de Maus.