(Anagrama).
Rebusqué y lo encontré: cuerpo lateral derecho, tercer estante inferior, entre Neuman y Baricco: Un sueño fugaz.
No sé qué dice un armario librero de su dueño. De lejos, el mío trasluce orden aparente. De cerca, advierto un caos absoluto en su interior. Pienso en sencillas libretas Moleskine llenas de anotaciones retorcidas. En el botón de retroceso del teclado. En exámenes espléndidos luciendo tachones. Y me obligo a continuar.
Dentro de Un sueño fugaz el éxito y el fracaso son efímeros compadres, vivencias banales, trajes de quita y pon. Un escritor sin nombre se hace viejo. La gordura y el fracaso son su propiedad más tangible: su literatura «nunca agarró carne». El prólogo —confiado, arriesgado, vanguardista— contiene su juventud y sus quince minutos de gloria. Después de ello la vida se derrumba lentamente. «A veces una insignificancia cualquiera nos precipita al abismo de nosotros mismos».
Sospecho que Thays esconde a un falso flaco (sic). El traje de hombre invisible es un mero disfraz. Lo adivino desnudo y robusto, tal cual llegó al mundo, en la carátula de su último libro (Un lugar llamado oreja de perro, Anagrama).