Cuando pienso en Internet siempre imagino a los brillantes guerreros de la película Tron, un mundo por cuyas venas digitales discurría la voluntad soberana de un programa totalitario, el CCP, que regía sobre vidas y haciendas. Notable parábola que siempre consideré como una siniestra heterotopía, hasta que hace poco me di cuenta de que vivíamos en ella. El viejo adagio de que la información es poder, se ha trocado en que la información es dinerín contante y sonante. Todos los negocios de la red que parecen gratuitos, Google, Facebook, Twitter… basan su estrategia de negocio en la información que nosotros, cándidos usuarios, les regalamos. Algo que priori parece inocuo, esa foto en la playa con los amiguetes o en medio de una pizpireta reunión familiar, ese comentario acerca de nuestra música favorita o el lugar en que hemos “turisteado”, se convierte para la empresa en una gigantesca veta de datos personales. Tiempo de actividad en la red, web visitadas, gustos, aficiones, fobias, amigos… yottabytes de conocimiento sobre nuestras formas de vida orgánica, que les sirven luego para mercadear cual fenicios postmodernos con entidades bancarias, agencias de publicidad o cualquier otro modelo de minería de datos. Basta con apretar el botón de aceptación de condiciones de uso, para que toda nuestra vida se coloque sobre una manta, a fin de que Big Data, el cruce universal de datos, logre no ya recomendar a una agencia de viajes que nos envíe publicidad justo durante el periodo en que estamos considerando ese viaje a la costa turca, sino que, en el futuro, logrará predecir exquisitamente nuestras pautas de comportamiento. En segundos, cualquiera de nuestras ansias, deseos o frustraciones, recibirá acicate, satisfacción o lenitivo mediante la inserción de la publicidad exacta en el lugar y momento exacto. Preparémonos para la lucha que se avecina, camaradas humanos, porque un fantasma recorre la red. Nosotros, igual que en la película, motos de luz y juegos de cesta mediante, habremos de buscar al programa de seguridad Tron que nos manumita de la tiranía de CCP, y permita que nuestra vida real sufra mínimos daños colaterales.