Aprendí a vomitar tortugas. No es magia porque no saben hacer silencio. Yo las quiero educar, les doy una mariposa de abrigo y caminan lo que dura la sombra de un árbol. Nada más. Después se dan la vuelta para mirarme, como si fuera un objeto creador, un dios. Y preguntan, a dónde ir.
Yo limpio el piso, las paredes, no quedan rastros. Después de todo, la existencia se traduce en eliminar evidencias.