Es en los hermanos la belleza una cosa impenetrable. Se diría que la llevan como al perro de la mano, que la sacan cuando quieren y cuando no allí se queda, en el cuarto más oscuro de la casa. Es la cualidad de la bestia lo que los vuelve de algún modo feos a los ojos de los hombres. Yo los miro fijamente, la calidez del rostro de la niña, la boca rosada más oscura en el hermano, y me digo de algún modo ellos lo saben, se saben bellos como hijos de los dioses y se cansan, se agitan, echan por tierra la labor de días o semanas. Entonces corren a los bosques, dejan de verse por la escuela, siempre juntos, cabeza con cabeza o mano sobre mano, se pierden y regresan tiempo después embelesados, de nuevo bellos y queridos, de nuevo niños normales como los otros.