Viendo su casamiento,
nosotros completábamos el ritocon nuestras propias largas miraditas
y tu dedo en la hebilla de mi cinto.
En el jardín, debajo
de un arco sorprendido, me guiñaste
un ojo sobre un borde de ginebra.
Besé mi vaso para responderte.
Esa noche tuvimos
la dicha de una riña en plena calle,
chillándonos promesas, cruzando juramentos.
Las ventanas con luces hicieron de testigos.
Sobre nuestras cabezas nos bendijo un murciélago.
[Poema de Owen Sheers. Del libro El hombre sombra (Ediciones El Tucán de Virginia, México DF, 2012), traducido por Andrés Neuman. Leer original...]