MAÑANA EN AUTOBÚS.CAMINO DEL TRABAJO

Hace bastantes días que practico "paleografía literaria",arqueología de cajones y escritorio,esto es ; sumergirme en los cajones y leer y revisar las decenas y decenas de poemas,libretas y papeles que dormitan allí,enterrados.La mayoría de ellos me dejan apenas indiferente,quizás una estrofa de un poema,un par de versos de otra composición,la idea central de una trilogía de sonetos; escolmas que me despiertan alguna simpatía.
Mi vida,hasta los 24 años,transcurrió en el suburbio más deprimente de Granada.Un barrio obrero castigado por la dejadez más extrema.Yonkis, traficantes, prostitución,mafia de la Europa del este,ladrones y cadáveres heroinómanos componía la fauna de todas aquellas calles.A pesar de ello mi infancia no fue del todo infeliz.Afiné mi instinto de supervivencia y desarrollé un potente sprint muy necesario para conservar los balones de fútbol,trompos y canicas, cuando,a cincuenta metros de ti y tu círculo de amigos, un grupo de gitanillos amenazaban con desplumarte.
Recuerdo que cada día tomaba la línea de autobús número 8,mañanas,mediodías,tardes y noches.Para ir a clase o a alguno de aquellos trabajos absurdos,como casi todos,a desperdiciar mi vida .Aquel autobús era lo más parecido a un coche fúnebre.Un Caronte metalizado de rojo y sobre cuatro ruedas.Deprimente y demoledor. Durante la mañana toda aquella gente madrugadora que se dirigían al trabajo,a limpiar las casas de las familias pudientes o a soportar a cualquier gilipollas de una empresa mediana que se pensaba menos desgraciado que todos nosotros.En sus ojos el vacío se hundía, sereno. La desesperanza trazaba en sus rostros espejos de ruinas ya sin voluntad.Yo me retrepaba en mi asiento,con un libro siempre en las manos. Hacía cualquier cosa para no atender a ese espectáculo,tan silencioso y trágico. Cientos de poemarios fueron devorados  en aquellos asientos. Recuerdo incluso una tarde en la que un yonki se sentó a mi lado y se encendió una papela de caballo. El cabronazo me cubrió de una nube de humo,aún así conseguí sumergirme en mi libro y no estampárselo en la cara. Una mañana de aquellas turbias de desamparo y desesperanza,yo andaría por los veintiún años, esbocé un poemita, que hace unos días encontré entre los papeles de mis cajones, mientras practicaba paleografía literaria.Es un poemita menor pero al que le guardo cierto cariño :

MAÑANA EN AUTOBÚS.CAMINO DEL TRABAJO

La soledad es líquida.
Qué sabor tendrá el tuétano de las diosas
que comparten,cada mañana, mi asiento, cada tarde.
Su piel, su carne pálida, sus líquidos.
Sus vísceras que tremulan indiferentes,
aguijoneadas por el sonido ronco del motor.
¿Sabrán a vino rojo?

- Los autbuses son cajas - pienso.

Todos los rostros que me acompañan
son una mueca diferente del fracaso.
Émulos de patéticas derrotas.
Madres limpiadoras vestidas de verde o azul,
estudiantes vírgenes y acneiformes
que anoche se masturbaron pensando en la camarera
de ropa ceñida que les servirá el café de media mañana.
Jubilados que acuchillan tanto tiempo libre
entre trayectos y asientos como guillotinas serenas.

Es demasiado tarde para comenzar de nuevo.

El aire rezuma un sinfín
de tragedias ordinarias y silenciosas.

Cierro el libro. Me retrepo en el asiento.
El conductor es un tosco cuervo vestido de azul.
Me bajo y pienso :
No existe tiempo
en los autobuses de los suburbios
para la virtud.


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