(Ilustración de Balint Zsako)
El núcleo de la patología
o los alfileres acurrucados
en la caverna de las plantas
o el ojo de un ciego
que ha visto orugas desde el nacimiento
son objetos intocables.
Lo intocable
es de por sí inenarrable:
fan del quiebro
cuando alguien escupe
y fecunda las palabras
fuera del núcleo
fuera de la planta
fuera de los insectos.
Y entonces sueño esa vida lejos del núcleo
tan prometida
como letal y prohibida
por mis propios habitantes.
Acaricio la idea
en algún lado de la noche,
-quizás el reverso
quizás el verso infartado
y sin etiqueta-
y la dependencia hacia lo extraño (de mí misma),
y me agazapo en el callejón de la vida
esperando a que me nombren
en la frecuencia del amor en la garganta
y no en la del desconocimiento del núcleo.