Hoy os voy a hablar un poco de música. Decía Nietzsche que, sin ella, “la vida sería un error”. Bien podemos decir que se trata del arte más universal, como afirmaba en este poema que publiqué en noviembre de 2011: http://cgamissans.blogspot.com.es/2011/11/escucha.html
Las conexiones entre la literatura y la música son, por otro lado, incontables. También en la escena del rock and roll (basten algunos ejemplos). Son miles las canciones imperdibles que forman parte de nuestro patrimonio cultural. Pero como no se puede hablar de todas, he escogido Wind of Change del grupo alemán Scorpions. Aunque se trata de una banda de hard rock, esta canción tiene un claro componente sinfónico, en especial en la versión que adjunto, que fue interpretada junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín:
Los motivos por los que Wind of Change me parece una obra tan especial son numerosos. Podría hablar de la riqueza de matices que proporcionan los instrumentos, de su feliz protagonismo compartido y la armonía que emana el conjunto, de la bella combinación de forma y fondo o de la pasión con que canta Klaus Meine, su compositor. Pero destaco el estado de ánimo que genera entre quienes la escuchan. Los silbidos del vocalista generan una energía nueva, una esperanza en que el mundo se convierta en un lugar más habitable donde todos seamos hermanos, como dice la letra llena de poéticas reminiscencias.
Wind of Change fue compuesta en 1990, poco después de que cayera el muro de Berlín que mantuvo el mundo bipolarizado durante décadas de temores gélidos, de conflictos que amenazaban con provocar una conflagración global. En su empeño porque Wind of Change no conociera fronteras, Klaus Meine la cantó en ruso y en castellano. Su éxito fue inmediato en muchos países (número uno indiscutible en Europa en 1991 y número 4 en Estados Unidos), demostrando que la música popular puede alcanzar la categoría de obra intemporal.
El mensaje de la canción caló tan fuerte que, más de treinta años después, la banda aún en activo la interpreta en cada concierto. Porque, por desgracia, los vientos de cambio presagiados por Meine no consiguieron despejar todas las amenazas para la paz en el mundo. Pero su música no ha perdido la magia de incitarnos a soñar.
Es una pena que entre los grupos actuales no abunden los músicos comprometidos, para los que subirse al escenario y tocar un instrumento significa algo más que producir un sonido y recibir unos cuantos billetes. Y eso que les sobran motivos para mostrar su furia reivindicativa: la injusta crisis económica, la corrupción política, el paro incontenible y tantas otras desgracias que nos azotan. Aunque quizá el problema no sea de los músicos sino de su público. Antes le dábamos un significado a letras y melodías, nos sacudían por dentro, nos incitaban a la fantasía y a la acción. Ahora parece que nos hemos dejado arrastrar por la abulia, como si los vientos de cambio ya no pudieran alcanzarnos.
¿La música será importante para la gente del siglo XXI o se convertirá en un inevitable ruido de fondo al que nadie presta demasiada atención? Yo sigo creyendo en la veracidad de la sentencia de Nietzsche, pero en estos tiempos es difícil saber cuándo te quedas anticuado. En fin, ¿qué opinas de todo esto? ¿Qué canciones te han inspirado a lo largo de tu vida? ¿Es aún la música un motor de cambio social?