"Hay un problema con los escritores. Si lo que había escrito un escritor se publicaba y vendía mucho, muchos ejemplares, el escritor pensaba que era magnífico. Si lo que había escrito se publicaba y vendía poco, pensaba que era magnífico. Si lo que había escrito nunca se publicaba y no tenía dinero suficiente para publicárselo él mismo, entonces pensaba que era, más que magnífico, genial" (Mujeres de Charles Bukowski)
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1. La noche de su cumpleaños, los amigos del joven escritor le dieron varios consejos como que buscara un trabajo serio, de cuarenta horas semanales y bien remunerado. Que lo buscara en otro país, si fuera necesario. Que dejara de perder el tiempo buscando hombres en páginas de contactos: "Eres un buen amante pero no te olvides de usar siempre condón y pedirles la partida de nacimiento", le decían. Los amigos del joven escritor le aconsejaron que se desabrochara el primer botón de la camisa. Que continuara poniéndose aquellas rebequitas de colegio religioso que parecían triunfar entre el público latino. Que tuviera cuidado con los caballos y sus partes genitales. Que disfrutara de los momentos más simples porque la vida es un conjunto de ellos. Que hiciera caso de sus sueños. Que cuidara a sus amigos porque la amistad es lo único que quedará siempre. Y que fuera feliz, consciente de que la felicidad no es un estado permanente. Ninguno lo es.
2. Los amigos del joven escritor le advirtieron la noche de su cumpleaños que el pasado y el futuro podrían no dejarle disfrutar del presente. Que algunas personas no son de fiar. Que tuviera más cuidado con su móvil. Que no rodara más videoclips casposos porque él valía más que eso. Le advirtieron que los hombres mienten para conseguir sus encantos. Que no se fiara de los chicos más jóvenes que, aunque no puedan votar, luego saben hacer otras cosas. Que la diversión de ir al gimnasio no debía mezclarse con otro tipo de entretenimientos. Le dijeron: "No pierdas el tiempo". Los amigos del joven escritor le advirtieron que si no se ponía a escribir en serio... no se lo perdonarían nunca.
3. Según sus amigos, el joven escritor no se mordía la lengua y, a veces, decía muchas cosas sin decir nada. Era sincero. Era guapo. Culto. Sensible. Una bella persona. Íntegro. Casi perfecto. Pero debía ser más flexible. Además, la gomina no le quedaba bien en su pelo rizado y, por pereza, no siempre explotaba todo lo bueno que tenía. El joven escritor, en ocasiones, creía que las personas estaban en contra de él, pero no era así. Era muy delgado; para algunos de sus amigos, demasiado. Sin embargo, su forma de hablar pausada y tranquila aportaba un punto de seducción y encanto. Y, a pesar de ser inteligente e intuitivo, se mostraba demasiado agrio en sus críticas a los demás. Según sus amigos, el joven escritor se alejaba de las personas que le recordaban las cosas que él no tenía. No bailaba suficiente en las discotecas. Era creativo y original. Una persona con la que se podía hablar seriamente de cualquier tema. Aunque también iba un poco de superior. Los amigos del joven escritor creían que era difícil llegar realmente hasta él, pero valoraban su capacidad de crear obras tan divertidas.
4. Los amigos del joven escritor, la noche de su cumpleaños, desearon que encontrara un amor no basado en el sexo, una relación estable con una persona que le completara (el hombre de su vida) y un trabajo de periodista. Desearon que se adaptara bien a su nuevo piso. Le desearon una cama doble o triple. Que dejara de ser pobre para disfrutar de la vida. Que escribiera un libro y plantara un árbol. Los amigos del joven escritor desearon aquella noche pasar muchos más momentos junto a él.
2. Los amigos del joven escritor le advirtieron la noche de su cumpleaños que el pasado y el futuro podrían no dejarle disfrutar del presente. Que algunas personas no son de fiar. Que tuviera más cuidado con su móvil. Que no rodara más videoclips casposos porque él valía más que eso. Le advirtieron que los hombres mienten para conseguir sus encantos. Que no se fiara de los chicos más jóvenes que, aunque no puedan votar, luego saben hacer otras cosas. Que la diversión de ir al gimnasio no debía mezclarse con otro tipo de entretenimientos. Le dijeron: "No pierdas el tiempo". Los amigos del joven escritor le advirtieron que si no se ponía a escribir en serio... no se lo perdonarían nunca.
3. Según sus amigos, el joven escritor no se mordía la lengua y, a veces, decía muchas cosas sin decir nada. Era sincero. Era guapo. Culto. Sensible. Una bella persona. Íntegro. Casi perfecto. Pero debía ser más flexible. Además, la gomina no le quedaba bien en su pelo rizado y, por pereza, no siempre explotaba todo lo bueno que tenía. El joven escritor, en ocasiones, creía que las personas estaban en contra de él, pero no era así. Era muy delgado; para algunos de sus amigos, demasiado. Sin embargo, su forma de hablar pausada y tranquila aportaba un punto de seducción y encanto. Y, a pesar de ser inteligente e intuitivo, se mostraba demasiado agrio en sus críticas a los demás. Según sus amigos, el joven escritor se alejaba de las personas que le recordaban las cosas que él no tenía. No bailaba suficiente en las discotecas. Era creativo y original. Una persona con la que se podía hablar seriamente de cualquier tema. Aunque también iba un poco de superior. Los amigos del joven escritor creían que era difícil llegar realmente hasta él, pero valoraban su capacidad de crear obras tan divertidas.
4. Los amigos del joven escritor, la noche de su cumpleaños, desearon que encontrara un amor no basado en el sexo, una relación estable con una persona que le completara (el hombre de su vida) y un trabajo de periodista. Desearon que se adaptara bien a su nuevo piso. Le desearon una cama doble o triple. Que dejara de ser pobre para disfrutar de la vida. Que escribiera un libro y plantara un árbol. Los amigos del joven escritor desearon aquella noche pasar muchos más momentos junto a él.