A Cesare Pavese,maestro mágico.
Yo sé lo que es calcinar
la salmodia toda
y vender la carroña
culpable de las palabras.
Estrellar contra el suelo
aquello
que se emancipó de mis días,
y prended los despojos sin materia
de las metáforas que antes que ceniza,
fueron la paz de alguna quimera.
Hastiado de tanto batirme
cruzo sin nombre y de puntillas
por entre la historia paciente.
Quizás quepan mis manos en el tiempo,
o sean, la informe sombra chinesca
de una gaviota torpe en el aterrizaje.
Yo, que nunca supe nombrar de memoria
la virtud de los apóstoles
sé,en cambio, inventarme dioses
más inútiles todavía.
Puedo esconderme en los armarios
y practicar un sinfín de muertes
que se demandan solas
por su abandono en mis insomnios.
Puedo también arrancarme la piel
y tenderla al sol,
esperar sentado al verano,
derramar sobre Laura y Petrarca
el alquitrán con el que ejercito mis manos
y orinar despreocupado delante de dios.
Porque nunca compré, calcinada ya la salmodia,
la carroña culpable de las palabras.
la salmodia toda
y vender la carroña
culpable de las palabras.
Estrellar contra el suelo
aquello
que se emancipó de mis días,
y prended los despojos sin materia
de las metáforas que antes que ceniza,
fueron la paz de alguna quimera.
Hastiado de tanto batirme
cruzo sin nombre y de puntillas
por entre la historia paciente.
Quizás quepan mis manos en el tiempo,
o sean, la informe sombra chinesca
de una gaviota torpe en el aterrizaje.
Yo, que nunca supe nombrar de memoria
la virtud de los apóstoles
sé,en cambio, inventarme dioses
más inútiles todavía.
Puedo esconderme en los armarios
y practicar un sinfín de muertes
que se demandan solas
por su abandono en mis insomnios.
Puedo también arrancarme la piel
y tenderla al sol,
esperar sentado al verano,
derramar sobre Laura y Petrarca
el alquitrán con el que ejercito mis manos
y orinar despreocupado delante de dios.
Porque nunca compré, calcinada ya la salmodia,
la carroña culpable de las palabras.