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Es el escritor italiano Alberto Moravia el que trae Fernando Clemot (Barcelona, 1970) al primer cuento de sus Safaris inolvidables. Y la cita que recoge, como cada uno de los cuentos que componen el libro, no tiene que entenderse como algo pasajero, y debe leerse como parte común del libro, lugar en el confluyen las historias, pues, parafraseando la misma “Clemot, estimulado por el deber de completar con la vista lo que ha intuido con el oído, se ha puesto a observar la vida desde el resquicio de las puertas virtuales y la memoria…”. Y es que la memoria, uno de los elementos principales que el autor viene trabajando en su obra, se complementa con el recuerdo que sobreviene y desmadejan sus personajes delante del ordenador, navegando sobre ríos, aumentando topografía, colinas y mares, planeando en el Google Earth por lugares que alejan (o acercan) a uno “a la resaca, al dolor de los días”. El viaje virtual provoca el viaje personal. Y es que el recuerdo y la obsesión, el tiempo vivido y la proyección del plano virtual al físico, o a la inversa, conforman la topografía de Safaris inolvidables.
La recopilación de Clemot avanza en la idea de la creación actual del libro de cuentos. Todos ellos atienden a una estructura orgánica y se relacionan entre ellos, de tal forma que el libro de cuentos evoluciona a novela, pudiendo ser una u otra cosa. Una formación narrativa que desborda el recipiente habitual del cuento y se convierte en algo más. Un “algo más” que bien podría transponerse a una de esas formaciones geológicas que el experto en el Earth cree descubrir por primera vez: un islote deshabitado en mitad del Pacífico donde la memoria campa a sus anchas, sacudiendo el recuerdo en cada uno de sus accidentes geográficos… Y como relata el autor en sus personajes, esa memoria estará siempre más enfocada al dolor que al deleite. “Es un lobo vestido con piel de cordero. El lugar más inocuo del mapa esconde una tragedia, una crueldad, el espanto…”. Aunque es evidente que esos programas informáticos no recogen el viento, el vendaval, el rocío, unos fenómenos atmosféricos que son invisibles para ellos, y por ello es que esa realidad chata debe completarse con el viento y la lluvia, de la misma forma que debe hacerse con las formaciones efímeras y personales que tampoco aparecen: las humanas. Los lugares son utilizados por Clemot como motivos sugestivos, desencadenantes del pasado. Lo son para los pintores. “¿Por qué no ha de buscar la inspiración un escritor en un lugar?”, se llega a preguntar uno de los personajes de los Safaris.
Así, estos cuentos tienen que pensarse desde la narración progresiva y confluyente. Si bien en ella se dan cita un marinero que es acusado por la muerte de un capitán, o varios personajes que buscan a través de la red ese lugar geográfico que les ayude a reinterpretar su topografía emocional, accidentes geológicos que esconden secretos y la vida novelada de Gabriel D’Annunzio, Genet, Portugal, Italia, fantasmas… podríamos decir que todos los cuentos son un cuento, y que ese cuento, ampliado hasta aquello que no se ve, es a la vez un lugar topológico conformado por todos ellos. Y para ello no utiliza la creación de mecanismos que intenten la unión de una forma visible. Es precisamente esa lectura evanescente, donde los mecanismos narrativos no son evidentes, lo que hace que Safaris inolvidables no sea ¿sólo? una compilación brillante de cuentos sino un libro que consigue algo más ambicioso. Si a ello le añadimos una escritura metódica y pensada estéticamente hasta la perfección tenemos un libro de cuentos redondo. ¿Un libro de viajes? También. Donde el viaje no sólo es suela de bota sobre la roca sino archipiélago del horror personal, cartografía del sentimiento partiendo de la cartografía física. Y donde ese viaje, también del autor, desemboca en algunos relatos como “Il fastello della mirra”, donde Clemot trabaja el cuento desde tres planos: narrado en primera persona, construido para dar historia y voz a terceros personajes y con la intención final de narrar San Pelagio y el vuelo de D’Annunzio sobre Viena con La Serenissima… Un cuento que ejemplifica la necesidad del autor por crear estructuras complejas y dinámicas dentro del propio relato, resultado del trabajo por el autor de su narrativa, de los “conceptos-bisagra”, un elemento que ya refería Jordi Gol al hablar de una de sus novelas, El golfo de los poetas (Ediciones Barataria), y que, en palabras de Clemot, “representan la aparente arbitrariedad que existe entre la observación de un objeto y la representación que la memoria desentierra de nuestro archivo de recuerdos a oscuras”.
Fernando Clemot, en una entrevista personal, dibuja, precisamente la intención de este libro: “Safaris inolvidables es un libro de cuentos que no sabemos si tiende a la novela. Quizás a estos experimentos que se están haciendo ahora: cuentos conectados, cuentos que manchan a los que tienen a un lado y a otro, interrelaciones que no son más que el fin del libro de cuentos, un libro de cuentos que tiende a novelizarse. En este caso hay diversos personajes con un nexo en común que están viviendo un momento dramático, y evocan y buscan algún tipo de remedio a su angustia a través de la memoria y la tecnología. Una de las bases del libro de cuentos es un programa informático, el Google Earth, y la mayoría de los personajes utilizan este programa para recordar con mayor claridad momentos anteriores, o para conocer lugares que les hubiera interesado conocer, es una especie de curiosidad universal que recorre el libro y en algunos momentos sirve para recordar algún momento dramáticos, otros para recordar algo más bello. Son lugares que ahora puedes conocer, puedes darle cuerpo. Es un complejo de historias trabado, unido, enredado. Y es el libro del que he acabado más satisfecho”.
Eso mismo.
Iván Humanes Bespín
http://ivanhumanes.blogspot.com
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