Steven Spielberg ha dirigido la que, probablemente, sea una de sus películas más serias, maduras y reflexivas. Se trata de un buen filme que, sin embargo, si no eres capaz de entender los entresijos de la política norteamericana de antaño, te deparará un sinfín de bostezos (algo que a mí me sucedió). Algunos aspectos me gustaron mucho y otros no me gustaron. Siempre digo que Spielberg puede tener varias obras flojas, pero nunca malas (aunque es cuestión de gustos, supongo). Su control del cine es absoluto, y por eso es obligatorio, para el cinéfilo, no perderse ni una de sus películas. A continuación, lo que me entusiasmó y lo que me repateó:
A favor: principalmente la dirección de Spielberg, que a menudo filma a Lincoln medio de espaldas, como si fuera un enigma inalcanzable, o lo sume en sombras, o parcialmente iluminado. Y también la puesta en escena: ver, por ejemplo, esos magníficos planos en los que el director “imita” algunos cuadros, caso de los momentos en que los partidarios y abogados republicanos se apiñan en torno a una mesa para hablar, o esas veces en las que el presidente está sentado, con los brazos caídos o con los codos apoyados en la mesa… Después de encontrar esa influencia de la pintura del siglo XIX he buscado un poco de información y, para que vean que no son locuras mías, Spielberg reconoce haber visto montones de cuadros de la época, fundamentalmente de Vermeer, para inspirarse y crear una luz y una atmósfera similar. También me gustó la recreación que hace Daniel Day-Lewis (con un físico clavado, gracias sobre todo a las prótesis y al maquillaje) porque convierte a Lincoln en una especie de hombre misterioso y espectral, un individuo tranquilo que pierde pocas veces los papeles porque confía en su criterio y en su intención. Sally Field y, sobre todo, Tommy Lee Jones, también están espléndidos. En cuanto a cameos y secundarios, algo que a mí me entusiasma en el cine, por ahí desfilan Lukas Haas, Dane DeHaan (la revelación de Chronicle), Hal Holbrook, David Strathairn, James Spader, John Hawkes, Tim Blake Nelson, Jared Harris, Joseph Gordon-Levitt, Jackie Earle Haley, Michael Stuhlbarg (para los despistados: Un tipo serio, Boardwalk Empire), Joseph Cross, Bruce McGill o incluso Walton Goggins (al que acabamos de ver como Billy Crash en Django Unchained).
En contra: cuando supe de este antiquísimo proyecto del director creí que se trataría de un biopic, y me parecía interesante. Sin embargo la película se centra en los últimos años de Lincoln y en su propósito de abolir la esclavitud, y ahí reside para mí el punto débil de la película, pues por regla general el espectador no americano (y, por tanto, no familiarizado con el tema) no se entera de la mitad y cae en el tedio total. Yo me aburrí a ratos con tanto parloteo sobre votos, comisionados, demócratas y republicanos, enmiendas y demás jerga y con la espesura del guión. Y además, y según ha confesado el propio Spielberg (se puede consultar en el IMDb), en la lista de nombres que leen al final, la de los hombres que votaron Sí o No a abolir la esclavitud, durante el rodaje alteraron algunas de esas respuestas, algunos de esos No’s, para no enturbiar la reputación de los descendientes de esos hombres, que podían ver manchado su nombre con un voto negativo. Es la primera vez que me aburre una película de Spielberg, lo que significa que sigue sorprendiéndome.
A favor: principalmente la dirección de Spielberg, que a menudo filma a Lincoln medio de espaldas, como si fuera un enigma inalcanzable, o lo sume en sombras, o parcialmente iluminado. Y también la puesta en escena: ver, por ejemplo, esos magníficos planos en los que el director “imita” algunos cuadros, caso de los momentos en que los partidarios y abogados republicanos se apiñan en torno a una mesa para hablar, o esas veces en las que el presidente está sentado, con los brazos caídos o con los codos apoyados en la mesa… Después de encontrar esa influencia de la pintura del siglo XIX he buscado un poco de información y, para que vean que no son locuras mías, Spielberg reconoce haber visto montones de cuadros de la época, fundamentalmente de Vermeer, para inspirarse y crear una luz y una atmósfera similar. También me gustó la recreación que hace Daniel Day-Lewis (con un físico clavado, gracias sobre todo a las prótesis y al maquillaje) porque convierte a Lincoln en una especie de hombre misterioso y espectral, un individuo tranquilo que pierde pocas veces los papeles porque confía en su criterio y en su intención. Sally Field y, sobre todo, Tommy Lee Jones, también están espléndidos. En cuanto a cameos y secundarios, algo que a mí me entusiasma en el cine, por ahí desfilan Lukas Haas, Dane DeHaan (la revelación de Chronicle), Hal Holbrook, David Strathairn, James Spader, John Hawkes, Tim Blake Nelson, Jared Harris, Joseph Gordon-Levitt, Jackie Earle Haley, Michael Stuhlbarg (para los despistados: Un tipo serio, Boardwalk Empire), Joseph Cross, Bruce McGill o incluso Walton Goggins (al que acabamos de ver como Billy Crash en Django Unchained).
En contra: cuando supe de este antiquísimo proyecto del director creí que se trataría de un biopic, y me parecía interesante. Sin embargo la película se centra en los últimos años de Lincoln y en su propósito de abolir la esclavitud, y ahí reside para mí el punto débil de la película, pues por regla general el espectador no americano (y, por tanto, no familiarizado con el tema) no se entera de la mitad y cae en el tedio total. Yo me aburrí a ratos con tanto parloteo sobre votos, comisionados, demócratas y republicanos, enmiendas y demás jerga y con la espesura del guión. Y además, y según ha confesado el propio Spielberg (se puede consultar en el IMDb), en la lista de nombres que leen al final, la de los hombres que votaron Sí o No a abolir la esclavitud, durante el rodaje alteraron algunas de esas respuestas, algunos de esos No’s, para no enturbiar la reputación de los descendientes de esos hombres, que podían ver manchado su nombre con un voto negativo. Es la primera vez que me aburre una película de Spielberg, lo que significa que sigue sorprendiéndome.