Berta García Faet, triste y caliente


Berta en el buzón, después de intercambiar emails cálidos y temblorosos, pequeños fuegos, finalmente. Berta en el buzón, el consecuente choque de descubrir a una poeta inmensa, poeta viva, la sorpresa de las páginas satinadas, de su letra curvada y sinuosa, de su letra de cabello. Berta en el buzón, sus poemas llenos de palabras desconocidas, imposibles, y leerla gota a gota, sólo un poema al día, y releerla cien veces, sin diccionario, porque importa la sonoridad, el juego, su laberinto de lenguas. Palabras extrañas cubiertas de intención, provocaciones, avisos. Porque rara vez 35 páginas dicen tanto. Porque rara vez existen los poemarios perfectos. Berta en el buzón, etiquetarla de camino al INEM, de camino a la lluvia, en mis horas de autobús, llamarla oleaje, llamarla rojo, fisura, llamarla libre. Berta en el buzón, una voz que ruge y gime al mismo tiempo. Y devorarla. Infatigable. Y volver al inicio.

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