No quiero enamorarme de ti

 
Las nubes se deslizan en el cielo
como mis dedos que no pueden rozarte.
¿Por qué estás tan lejos, escondida detrás de mil estrellas?
¿Por qué eres oscura y fría como un anochecer de invierno?
 
Observo tu risa sin comprenderla: dudo.
Los mecanismos que la activan
son misteriosos.
 
Si yo quisiera enamorarme de ti, me costaría tan poco…
Bastaría con dejarme llevar por tu sonrisa,
por la fragancia de tu pelo
que derrama promesas imposibles.
 
En un momento de espasmo,
me daría cuenta de que el mínimo roce de tu piel
es una marejada imparable que me arrolla.
Y el más ligero de tus desplantes
provoca en mí un terremoto de emociones pálidas.
                                   
No, no quiero enamorarme.
Pero tal vez no pueda evitarlo.
Si eso ocurre, me quedaré ovillado en un rincón,
silencioso, inexpresivo, porque mis ojos y mi boca
yacerían (¿yacerán?) bajo tus pies de nieve,
y mis palabras yermas agotarían sus significados
al chocar con tu piel hermética.
 
Todo sería más sencillo si no me enamorase.
El desfile del tiempo proseguiría a un ritmo lánguido,
conduciéndome a una muerte pacífica.
Las canas me crecerían como hierbas cuidadas.
Mis deseos, manifestados por una sonrisa nostálgica,
reprimidos con naturalidad, apenas arrugarían mi frente.
Mi senectud sería digna y respetable.
 
No sé. Tal vez sí quiera enamorarme.   

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