Conozco las trampas editoriales, el mundo fenicio de la crítica, la calidad de algunos autores; conozco el valor de mi poesía, la lucha con Kepa Murua el editor; y no sé cómo ni por qué, pero tengo ganas de dejarlo, de abandonarlo todo.
**
13 de junio
No se debiera temer a la irrupción de los más jóvenes en el mundo de las letras. No creo que este mundo cultural sea un coto cerrado sin más y tampoco pienso que se deba defender con razones de supervivencia, esas que afirman que se debe potenciar solo lo de uno para que otro no le sustituya; lo que se ha dado en llamar “la sociología literaria” y donde se podría incluir el mundo de la edición y de la crítica. Si dentro de diez o veinte años siguiera en este mundo, por ejemplo, me gustará conocer a los más jóvenes, a los nuevos escritores o editores, estoy seguro de ello. No solo podría aprender algunas cosas de todos ellos, juntos o por separado, sino que podríamos rejuvenecer con su compañía y puntos de vista.
**
15 de septiembre
Los premios literarios, los más importantes, no sirven para nada en especial. Sirven para los políticos, para la prensa, para los miembros del tribunal, para la crítica, para el editor que los convoca; sirven para robar autores, “secuestrarlos” porque se dejan seducir; sirven para confundir al personal; sirven para que los ingenuos caigan en sus redes enviando sus manuscritos; sirven, como intuyo, para todo, menos para la literatura.
**
En realidad, cuando la sociedad se asusta, lo primero que elimina es la cultura.
**
3 de julio
A otros, con menos, les hacen un monumento. Pero, pase lo que pase, siempre es preferible el anonimato, pues solo así puedes mirar a tus anchas.
Por la tarde, Karmelo C. Iribarren me regala su nuevo libro, La ciudad. Se ve que es una antología bien pensada, al milímetro diría yo. Aprecio en su mundo sabiduría, experiencia, presencia en detalles secundarios, poesía directa y sin tapujos. Me habría gustado escribir Algunas noches, el miedo.