(...es recomendable escuchar el vídeo durante la lectura...)
Si alguna vez me hubieran dicho que un día iba a terminar en los brazos de un taxista escocés, no me lo hubiera creído, pero eso fue justamente lo que ocurrió durante el Escocia-Inglaterra del seis naciones de rugby en Murrayfield. Yo, españolito de pro con tendencia a sentirme del lugar donde viva en cada momento, ya empecé a llorar con el himno. Lo demás vino rodado. El rugby es una religión allí y yo, devoto como el que más, canté con ellos abrazado al primero que pillé. Resultó ser un taxista. Le pasé el brazo por los hombros como quien abraza una encina centenaria. La emoción del partido sumada a las Guinness que nos tomamos a la salida hizo que celebráramos la victoria hasta altas horas con sus amigos, todos ellos esponjas 'made in Scotland'. Al final, casi inconsciente, me llevó en su taxi a mi casa alquilada en el centro de Edimburgo sin cobrarme la carrera y me acostó como a un niño. Desde entonces somos amigos y cada año me llama desde el campo para cantar juntos el himno. Y siempre me emociono.
http://www.youtube.com/watch?v=88a2L9hoLIo