La puerta abre la casa hacia su adentro
donde no estás.
J.A. Valente
A Francisco de Paula que le gusta este poema a pesar de mis protestas y argumentos en contra.
No me acostumbro a esta libertad
que no me merece,
a no escuchar el inmediato eco
de tus pasos sincronizando con los míos.
A veces, la libertad se convierte
en la destrucción de encontrarse perdido
deshaciéndose en la fotografía color sepia
que no explica más que la quietud
de lo que nunca regresa,
de la realidad inmutable que no perdona
el vacío de las fechas detenidas
en orillas sin puertos de llegada.
Los días se amontonan en el cajón
y empieza a pesar sobre mis hombros
las luces apagadas,
No sé qué hacer...
He desahuciado todas las horas
que terminan contándome algo,
encuentro la poca anestesia
en el tiempo que carece de sentido.
He sacado a pasear mi tristeza
y he vomitado su llanto
por todas las esquinas de Granada.
He lamido la suciedad de mis sábanas
en busca de un confín de océanos,
-así de patético soy-.
¡He bebido hasta caer borracho
para tropezar con la ceniza
de tu aliento en la acera!.
Se ha vidriado la pendencia
de los meses maldecidos
en las cuencas de mis ojos.
Deja la puerta cerrada cuando salgas.
Déjame con mi liturgia en sombra desordenada.
Sé llorar sin hacer ruido.