Desde pequeño, siempre había soñado con la soledad de un mástil,
con el silencio que contempla el último vigía, en mitad del mar,
escuchando, cada atardecer, cómo se cumple el horizonte
en el sueño geométrico de una inconsistente línea.
Pero, no nos engañemos, los sueños raras veces se cumplen.
Acabó siendo eje de conversaciones y mensajes
que cruzaban aquellos generales y estados mayores de la primera de las grandes guerras.
Como es fácil suponer,
murió congelado.