El jefe de todo lo nuestro

Europa se parece cada día más a una comedia de Lars von Trier (créase o no, von Trier ha hecho comedias) proféticamente titulada El jefe de todo esto. La película trata de una empresa donde imperan los despidos y las injusticias, pero en la que nadie sabe a quién culpar: el jefe que da las órdenes permanece en el anonimato. Así todas las decisiones, por cuestionables que sean, van siendo tomadas en nombre de una autoridad indefinida. Los personajes se acusan unos a otros, y cada cual se remite a una instancia superior. Esta cadena de desplazamientos de responsabilidades guarda una inquietante semejanza con nuestro actual panorama: los ciudadanos culpamos a los políticos nacionales; los políticos nacionales, a los intereses de Alemania; Alemania, a los bancos; y los bancos, al gasto público. O, no sé, a Bertold Brecht. La película, en suma, retrata la explotación perfecta: aquella perpetrada por fuerzas que los explotados no aciertan a identificar. Quizá sólo von Trier, genio de la crueldad e hijo de puta profesional, sea capaz de mostrarnos qué demonios pasa aquí.

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