Barrio Perdido, Patrick Modiano, Cabaret Voltaire, 224 páginas, 17,95 euros.
Por Juan Laborda Barceló.
Si un libro debe ser un pasaporte para otros mundos, una puerta abierta a la fantasía, un personal reflejo de la realidad o una revisión de los anhelos últimos del alma humana, éste lo consigue de una manera muy particular.
Un atormentado escritor de novela policíaca regresa a su París natal, del que tuvo que salir huyendo por una mala jugada del destino. El tiempo, disolvente y reparador universal, no ha obrado sus efectos taumatúrgicos sobre el protagonista. Así, vive con gran intensidad el retorno a esa tierra amada que es la juventud, repasando sus más melancólicos recuerdos. Toda una serie de pasados, presentes y promesas de futuro se entremezclan en estas líneas. Como diría un antiguo maestro filósofo, las letras de Modiano son claras y distintas, se beben como agua, son precisas y profundas, quizá ahí estribe su dificultad. La prosa cristalina es bella, contundente y, aunque pudiera parecer lo contrario, impactante. Transmite con vigor la cercanía y la lejanía de los recuerdos generando únicamente estados de ánimo, como los del escritor protagonista: alterados, confusos, inconscientes del sueño y de la vigilia, del presente y del pasado, de los hechos, los sucesos y las causalidades. Ahí está su mérito también, en el hecho de crear esas sensaciones, alternando lo onírico con lo real.
El barrio perdido al que se refiere el título no es sólo el espacio físico del que se tuvo que deshacer a la fuerza Jean Dekker (nombre real del personaje central), sino que apunta a las experiencias vitales, los lugares mentales y emotivos que quedaron enterrados en cualquier tiempo anterior, aunque éste no se haya abandonado de forma abrupta.
Nadie más que Patrick Modiano puede transitar por este París que parece extraído de las ensoñaciones más alucinadas (pero verosímiles) y creativas del Christopher Nolan de Inception. Una ciudad real al servicio de una trama onírica…