Iceberg. ©Eric Guth. National Geographic |
El hombre paciente sigue cociendo una piedra hasta que bebe su caldo
(Proverbio africano)
Y fueron desterrados de la Tierra todos los hijos de la palabra
y los diccionarios quemados lejos del Ganges, para que no se reencarnaran.
y los periódicos asesinados con bosta para mayor vergüenza de su raza
y los epitafios de literatos célebres eliminados con cincel y brea
y los cráneos de las poetas violados por el semen de los bárbaros
y los teatros desfallecidos por la impaciente tortura del ahogamiento
y los periódicos y revistas llevaron sobre sus tapas la estrella de David y cavaron sus propias tumbas en las guillotinadoras de papel
y los novelistas fueron mandados al manicomio por “trastorno obsesivo compulsivo por las esdrújulas” y “bulimia por ingestión masiva de léxico prohibido” (libertad, égalité, chance, baraka, vrouw, afeição, kalòs, fatum, giustizia, glated, cuideachta, werset, rafiki, sevgili, láska), y todo escribidor fue atado a una barra con grilletes, alimentado por tinta de bolígrafos, amartillado con lápices de punta afilada para que renegara de toda inspiración
y los afiches, folletos, cartas, postales y anuncios fueron exiliados a la máquina de picar carne y alimentaron a piaras y jaurías
y todo hombre y toda mujer y todo niño fueron privados de lengua y de tímpano para que nunca más se hiciesen las sílabas reinas del mundo
Y el silencio se hizo sobre la Tierra
y sus rutinarias costumbres (amanecerse, atardecerse, quebrarse, limpiarse con olas gigantescas) nunca más fueron narradas
y los bárbaros intentaron gritar su triunfo, vocearlo por las esquinas, propagarlo con Mercurio o con vendettas. Pero también la palabra estaba vedada para la iniquidad
Y el silencio se hizo sobre la Tierra y sobre los dioses
Y los humanos, uno a uno, pareja a pareja, se arrancaron los ojos
para no contemplar la afonía eterna de su propia estirpe.