Dice Franck Maubert en su librito de entrevistas a Francis Bacon que el rostro del propio Bacon se parece a sus desfigurados autorretratos; "Asimétrico, da la impresión de desarticularse. Los párpados se pliegan, el ojo gira, la boca se tuerce." Puede que todo sea efecto del alcohol, no se sabe si en Bacon o Maubert. Después también ve en la podredumbre de su estudio una extensión de su pintura. Eso está bien, para escribir algo hay que abrir los ojos. La conversación se mantiene interesante a pesar del tono meloso del admirador (Bacon iba a encarnar la pintura, etc), que se transforma en contenida perplejidad, como un soliloquio ligeramente apoyado en pequeñas frases sugerentes. De todas formas Maubert es francés, y de tan francés que es se hace un lío en la introducción. Me la salto, bla bla bla. No nos importa el arte. Bacon sólo se enfada para decir que no cree en nada, en nada de nada. "Soy optimista por naturaleza a pesar de no creer en nada. Soy una especie de nihilista optimista. ¡Ja, ja, ja!" La sentencia no podía tener mejor guinda que esas carcajadas, muy bien puestas por el autor. Es una contradicción hermosa.
En otro libro de entrevistas (MetaMaus, con Art Spiegelman entrevistado) aparece la palabra nihilista referida al psiquiatra Paul Pavel, judío superviviente del Holocausto. Es el terapeuta de Spiegelman, cuyas sesiones nocturnas en su diván duran horas. Pavel se duerme y Spiegelman lo despierta "para las partes interesantes". El retrato de este psiquiatra es digno de mención; la mayor parte del día forma a asistentes sociales para el Ayuntamiento, es psiquiatra privado el resto del tiempo, tratando a los primeros enfermos de sida. Al terminar las sesiones nocturnas con Spiegelman (pobre artista con neurosis, que llega incluso a suplicarle que le cobre más, pues le parece "demencialmente barato") baja a Central Park, enfrente de su consulta, a darle de comer a los gatos callejeros restos de comida que logra juntar. Una noche, "después de una de nuestras sesiones de ronquidos y sondeos", bajan la comida a los gatos. Spiegelman le acompaña: "Le pregunté cómo podía ser nihilista y levantarse en plena noche para hablar con moribundos enfermos de sida y estar disponible para sus pacientes incluso en perjuicio de su salud, y me contestó una cosa que algunos sonará a improvisada, pero que a mí me pareció profunda: Bueno, decidí que comportarse éticamente era lo más nihilista que se podía hacer."