En un callejón oscuro y húmedo, ella y él se acarician sin pausa, olvidándose que están en la vía pública. Ella pierde sus manos bajo sus pantalones, juguetona y deseosa de sentir cómo se le endurece el miembro. Él por su parte, hace lo propio con sus dedos, sumergiéndolos en su clítoris que con el sólo roce, humedece a éstos; las lenguas se enredan sensualmente, los párpados se cierran para transportarlos a otras dimensiones que son diferentes al sitio en el cuál se encuentran. Y ella gime y hasta grita y él se olvida de taparle la boca perdido en éxtasis. Manos, dedos y lenguas. Agua y leche.
Él eyacula en los labios pintados de rojo todo su ámbar y ella bebe hasta la última gota.
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