J.M. Coetzee: Verano


John Maxwell Coetzee: Verano.
Mondadori (2010), traducción de Jordi Fibla.

La nieve trae la luz del estío. Achico los ojos, abro la ventana, hay hielo en el tejado, las nubes se han ido. 

Yo siempre leería una obra con ese título. Verano suena a sol, a sequía, a sudor. Aunque con la literatura de Coetzee nunca se sabe: cualquier palabra puede agitar la realidad y arrastrarte, en un descuido, a insospechados destinos.

Verano es el tercer volumen de su autobiografía, construido —aparentemente— a partir de las voces de otros. Desde esta perspectiva Coetzee juega a retratarse y desarrolla una idea ya esbozada en su tomo anterior (Juventud, Mondadori, 2004): «Los artistas no tienen que ser gente de moral admirable. Lo único importante es que creen gran arte».

Un individuo desconectado de un cuerpo al que el amor físico le queda grande; una vida cualquiera repleta de mezquindades y bajezas. Los artistas se repliegan, nunca muestran plenamente su cara interior. 

Coetzee. Que en inglés suena cotsi, en africáans cutsíe y en neerlandés cutséiLa obra de un escritor no es su persona. Sea quien sea J.M. Coetzee, tiene una obra extraordinaria. Y sí: me interesan sus libros más que el sujeto.

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