A veces el invierno se hace año sobre el pueblo.
Eladio Neves cubre el cuerpo de su hija despacio con el ánimo lento con que una estación cubre a la otra. Allá queda, coronando la colcha de arbolitos pelados, la cara de ojos cerrados con que finje estar dormida Noêmia. Eladio Neves, con el ánimo lento con que la vida va tornándose otra cosa, besa como cada noche la frente de su hija y esta responde abriendo los ojos despiertos bajo los dos párpados cerrados y deja volar por la habitación una sonrisa. Hace frífrí, pai, quédate un ratito. Pero Eladio Neves, con el ánimo lento con que un hombre va tornándose otra cosa, siempre ha cerrado ya la puerta antes de que Noêmia haya terminado la frase y desciende por el pasillo hacia un cuarto azaroso.
A veces los años se hacen inviernos sobre el hogar.
En la escuela, los críos dibujan perfectas mamás sobre papel cuadriculado con el ánimo alegre con que la infancia barre las tristezas y luego enumeran nombres diminutivos con que las mamás van desfilando llenas de mimos en boca de todos. Noêmia pinta soles irregulares de largos rayos torcidos en su cuaderno con su lápiz amarillo y cuando los niños la interrogan por el nombre de su mamá Noêmia responde despacio, con el ánimo lento de quien no sabe por qué hay mayores que son aún más ilusorios que un sol pintado, musitando musical que no conoció, que nunca supo, pero que mamá tuvo que ser el verano porque dicen los pajaritos que cuando mãe vivía no había nunca frífrí en los ojos de pai.
A veces los niños pintan unicornios en los libros de Naturales.