Otra carta para Gabriel


Querido: he tenido un sueño intenso. Yo te nombraba y de pronto tenía canas y el tiempo había pasado y qué es el tiempo para nosotros.
A veces, cuando repito tu nombre, es como decir la palabra cristal. Todo es azul cristal. Como decir el corazón y que el mundo no quede tan lejos. Pronunciar la carencia propia, la mar poco serena, las horas que nada tienen que ver con nosotros porque yo no sé medir el tiempo. Aún así me gustan los relojes de arena. Quiero que tengamos uno y lo veamos consumirse y reinventarse, casi un milagro. Quiero que me compres un reloj de arena, que entremos al milagro y sepas nada sobre el amor pero hablemos de amor, y que te agobie tanto que te duermas y mirarte y pensar que sos hermoso o la repetición cada vez diferente del amanecer y descubrirte recordado por la luz, apenas.
Quiero que me compres un reloj de arena porque el tiempo no existe. Porque el sueño que tuve hizo una grieta.
Querido: la culpa es tuya: el amor se clava. La vida está viva. 


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