Querida Lola,
en este civilizado geriátrico los anhelos son copos de nieve que pretenden habitar la brasa de una hoguera. El futuro es humo leve de manos decrépitas, las horas son ya de nadie y yo fuertemente de ti, ya sabes, al caer la noche y la primera luz, cuando mi carne huele a mantequilla y tu carne a pan recién horneado, de ti siempre, ya sabes, fuertemente... ¿Sabes que ayer soñé con árboles frutales que afloran en el infierno congelado para dejar caer sus frutas coloradas y maduras como corazones sobre la hierba fresca que arde en el edén?. Hay cosas, amor, que nacen muertas en la cicatriz y van como milagrosos salmones a resucitarse a la herida. Mi amor por ti, tal vez, sea lo hermoso que no quiso el daño de mi vida y que hoy lamo sediento como el rocío que acumulan en la estepa flores heladas de exagerados pétalos, rocío que sacia la sed de un lobo abandonado en su laberinto de cipreses donde el cielo, Lola, es otro ciprés. Mi amor por ti es exageradamente romántico, cariño, y es verdad en cada una de las butacas del teatro y también en su escenario artificialmente iluminado de palacios y castillos de cartón. Mi amor por ti no es un amor que lleve amor por nombre, es algo que yace ruinoso en la punta de aquella colina de fantasmas que blanquea de luz la noche y que es más hogar que los hogares pese a no tener techo ni ventanas ni chimenea ni trastos ni sus doce moneditas de plata... Una ruina presente que alberga bajo su cimiento un mar de hermosos pedacitos de historia antigua, el legado todo de nuestro futuro, amor. El futuro juntos, Lola. Otra vez el pleonasmo. Tú llegaste cuando la fiebre, cuando mi carne ardía atada al mundo y llegaste desvestida por entre el fuego como una bruja o una santa que no entiende de inquisiciones ajena a la llama desatando los nudos, besando el poste y la leña para hacerlos campo de amapolas, para hacerlos vida. Desataste la vida de mí para encadenarme a ella, eso hiciste, bruja o santa, desataste el yo de mí para encadenarme a este nosotros que se llama libertad. Hay cosas, amor, que son libres entre cuatro paredes muy juntitas, muy pegadas. Hay cosas, amor, que tienen que ver contigo y a las que yo llamo todas las cosas todas con una sonrisa en la cara. ¿Sabes que ayer soñé que tus ojos glaucos son un telescopio caleidoscópico que dice que hay vida en la Tierra? A veces te abrazo sin ánimo de soltarte y tu calor es el de una cuna infinita. A veces tu olor es de flores malitas de sal y de lluvia buena. A veces te amo y es como si amar fuese de pronto importante. Como si hubiese enloquecido y esto de quererte fuese lo primero de entre todas las importancias. Yo no quiero ser jamás sensato, amor. Déjame que aúlle contigo. Déjame que delire incurable adentro tuyo, tomar tu mejilla como un cáliz, tomar tus labios como aliento, tomar de tu latido nuestra canción preferida, tomar de tu sexo el agua y los campos, enterrar entre tus muslos mi vida entera y esperar que nazca ese árbol frutal de la hierba que arde en el edén para dejar caer su fruta madura sobre todas las cosas con nuestros nombres...
Te amo tanto, Capitana, que la poesía es sólo un eco de aquellos gritos a barrancos como hembras de aire. No escuches nunca en más intensidad mis alaridos que mi silencio, cierra los ojos y pon atención, pues mi alarido es acaso mera palabra y mi silencio es hablarte.
Siempre a ti, Lola. Solamente a ti por siempre.
Jesús