El cine. Fábrica de sueños solidarios, de Varios Autores


La solidaridad es a veces áspera. Implica roce y riña, porque es el más humano de los fenómenos: nace del egoísmo, un egoísmo singularmente noble, y solo puede darse entre iguales. Cuando no es una relación de ayuda mutua, cuando se imponen condiciones, cuando una de las personas implicadas se siente inferior a las demás, no hablamos de solidaridad sino de otra cosa.
Creo que La Gran Guerra, de Mario Monicelli, una de las grandes películas del cine italiano y mundial, expresa muy bien en qué consiste la solidaridad.

[Del texto “La Gran Guerra”, de Enric González]

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Esta película me abrió los ojos al genocidio ruandés de 1994, al horror que desencadenó la pérdida total de humanidad, al dolor y al miedo insoportable de los inocentes, a la indiferencia de la comunidad internacional, que se limitó a mirar para otro lado. También me sacudió la conciencia y el corazón la existencia de personas como Paul Rusesabagina, capaz de no desesperar en el infierno, capaz de una valentía y una solidaridad sin límites.
No podemos siquiera llegar a imaginar lo que esas personas vivieron. Y, constantemente, una pregunta en mi cabeza: dónde estaba el resto del mundo, dónde estaba yo.

[Del texto “Hotel Rwanda”, de Maribel Verdú]

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