El otro día, la hija de mi vecina simuló hacerme unas fotografías con una cámara vieja cuando yo llegaba a mi portal. Para seguirla el juego, posé delante de ella haciendo el idiota con la bolsa de la compra mientras la sacaba la lengua y bizqueaba. Hoy, su madre, avergonzada, ha bajado hasta mi piso y me ha dado un sobre con las fotos. Me ha jurado y perjurado que no tiene ninguna copia. Después ha aceptado una copa de vino y me ha enseñado su colección de cámaras antiguas.