Diario IV
Me desprendo de la fiebre, de este cuerpo, esta carne mía que se sonroja. Me desprendo de la piel y la miseria, soy hoy el amasijo, aquí el fémur, aquí el tórax moribundo. Aquí la que una vez fue niña y es hoy el espirítu del bosque, la caricia, la levedad del ave adormecida. Y no hay jaula que me ate, no hay ciudad, pues como la niebla recorro las calles y me salvo, asciendo, me acurruco allá donde nadie puede alcanzarme.
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Me desprendo de la fiebre, de este cuerpo, esta carne mía que se sonroja. Me desprendo de la piel y la miseria, soy hoy el amasijo, aquí el fémur, aquí el tórax moribundo. Aquí la que una vez fue niña y es hoy el espirítu del bosque, la caricia, la levedad del ave adormecida. Y no hay jaula que me ate, no hay ciudad, pues como la niebla recorro las calles y me salvo, asciendo, me acurruco allá donde nadie puede alcanzarme.
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