Dolores Mejías y el fantasma de Agustín


En la pendiente de Sura hay una escuela chiquita donde los nenes del pueblo entran en tromba mordiendo manzanas y dándole a las puertas sonoramente con los muchos libros que llevan acordados bajo el brazo, geografía, música, sociales, religión, historia, así con los años van dejando largas marcas oscuras que hacen de las paredes y las entradas blancas de la escuela el lomo veteado de una cebra o el contorno tentador de un helado de estracciatella y así la escuela de San Restituto está, a base de tiempo y percusión de la cultura, preciosa y decorada aunque algo menos limpia.

Dolores Mejías dibuja estupendos mapas en el pizarrín, a los primeros críos que acceden al aula siempre y cada vez se les abren los ojos como platos delante de las cordilleras de tiza marrón y dicen qué bien dibuja la maestra y la miran con pupilas de chispa como a un solete y a Dolores Mejías le gusta verlos admirarla porque nunca tuvo hijos aunque siempre quiso.

Las mañanas van dejando a los chiquillos llenos de datos útiles y de gusto bueno de ver a la señorita como explica los ríos y los nombres de los pueblos y los descubrimientos de señores aventureros e importantes y de como a pesar de Dios una vez gigantes monstruos de colmillos dejaban largas huellas en los prados que luego, dice entre risitas, van los curas barriendo con las botas.

Luego al caer la tarde Dolores regresa por la pendiente de Sura saludando con la mano a los últimos chavales que desaparecen por la esquina del colmado pateando latas y sonriente entra en casa donde cierra la puerta tras de sí y queda con la espalda sostenida en el quicio conteniendo las lágrimas pocas antes de entrarse al salón. Y así, a las ocho, como siempre, Agustín.

Agustín es un novio que se le mató a la Dolores pilotando avionetas en Barcelona, y desde allá que viene apareciéndosele azul y trasparentado por los pasillos, cuartos y balcones.

-¿Estás, Agustín?

-Claro que estoy. Estoy fumando en el patio. Pasa, Loli, anda, que te hago repeluses de esos que te gustan. Uy, qué mohínos me traes, amor. ¿Qué te pasa?

-Jope, que estoy enfadada contigo.

-¿Por qué, vida mía? ¿Qué he hecho yo...?

-Estar muerto, jolín, eso has hecho. Hala, ya lo he dicho. Nuri la de matemáticas tiene un novio abogado, de esos que salen por la tele, y tiene un cochito rojo sin techo que es un primor. Y además se le puede tocar, y hacer arrumacos, no como tú que das frío y se te ven los tiestos y la ropa tendida por entre la tripa. Y se van de viajes al por ahí, a ver cosas lindas y la compra bombones de esos de licor que venden en los Matellanes, los de rayadura de naranja que me gustan a mí. Y además, a ver cómo le digo yo a papá lo de mi novio el fantasmón, si es que por no poder no te puede ni matar con la reglamentaria, que ya estás frito.

Entonces Agustín, como en todos los dolerse de Dolores, se acerca con la sonrisilla azul translúcida y donjuanera y hace así como que la toma por la cintura sin tomarla y ve en el reflejo de los portones de vidrio que ella ya se ríe por debajo de la nariz como si el espíritu vaporoso de la vergüenza le fuese haciendo traviesas cosquillas en el corazón suyo.

-En cuantito te mueras nos casamos, tonta. Verás que florazas rojas le van a salir a los senderos del cementerio del Pinar. La tierra se va a poner a terremotear de contenta y en el pueblo ya no se va a poder morir nadie más de pura vergüenza. ¿Pero tú no ves que a mí se me aparece la luz esa brillante cada tarde con todas esas angelonas altas y rubias y esos prados de nata y que me doy media vuelta cada vez para venirme a pasar la tarde fumando de cara a la plaza y a esperarte llegar de la escuela? Si es que eres tan bonita, Loli...

-Déjame, malo. Estoy enfadada.

-Pero eso es porque tengo razón, que bien lo sabes tú que a ti como te quiero yo ya no te van a querer. Lo que pasa es que la 'señoa' maestra se tiene que salir siempre con la suya... je. Jeje.

Y entonces ella ya no aguanta y se ríe muy niña y hace así como que lo besa fuerte sin besarlo. Y así cogidos, ella de carne de melocotón y él de purito más allá, ponen el comedor, luego el pasillo y luego el dormitorio de un bonito de morirse.


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