Libro de urgente publicación: la guía de los bares de Barcelona libres de televisores. Uno ya empieza a estar harto de tener que buscar como pepita de oro en Sierra Madre locales donde al entrar y pedir un cortado no te hagan notar que molestas, que tu presencia ahí simplemente está dando por el culo a unos camareros que disfrutan de sus dosis diarias de tertulias infectas, partidos en diferido y videoclips con siliconadas grabados en Ibiza. La invasión catódica empezó merced al partido de pago del Canal+. El negocio del fútbol fue la coartada perfecta para que muchos hosteleros convirtieran sus locales en una suerte de continuación del salón de casa, delicia de camareros, y poder seguir minuto a minuto pese a la engorrosa jornada laboral los detalles del embarazo no deseado de la última concursante de Gran Hermano en despelotarse, o de lo feliz que dice sentirse Leo Messi con esa inmersión lingüística que ha logrado que no pronuncie ni dos palabras juntas en catalán. Así que ya lo saben. Si encuentran un café limpio, agradable y silencioso: ¡disfrútenlo!. Es una anomalía con fecha de caducidad.
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Lo mejor de ir pintando canas es que, como dijo Manuel Azaña, empiezas “a dejar en paz a los necios”. Y eso que de necios por estos lares estamos cada vez más sobraditos.
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