Vi a un hombre que daba un volantazo
e intentaba atropellar a un perro callejero,
pero el veloz chucho se metió
entre dos coches aparcados
y consiguió escapar.
Dios mío, pensé, ¿acabo de ver
lo que creo haber visto?
En el siguiente semáforo en rojo,
me puse a la altura del hombre
y lo miré fijamente.
Él sabía que yo había visto
su intento de asesinato,
pero no le importó.
Sonrió y gritó lo bastante
alto como para que le oyese
a través de nuestras ventanillas cerradas.
"No pongas esa cara
a menos que vayas a hacer
algo para arreglarlo.
Vamos, tipo duro,
¿qué vas a hacer?"
No hice nada.
Giré a la derecha cuando se puso verde.
Él giró a la izquierda en dirección prohibida.
No sé qué les pasó
a ese hombre o a ese perro.
Pero conduje hasta casa
y escribí este poema.
¿Por qué creen los poetas
que pueden cambiar el mundo?
La única vida que puedo salvar
es la mía.
Sherman Alexie, Danzas de guerra