Él es muy serio. Toma papel y lápiz y le escribe su primera carta de amor.
“Te quiero. Eternamente tuyo, Eckbert”.
A él esta carta le parece larguísima y atrevida. Cuando piensa en todas las cosas indecibles que le gustaría escribirle y que ella tiene que sospechar, si es que también le quiere, ésta es una carta que uno tarda horas en leer.
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Se introduce la fotografía en la boca, la mastica cuidadosamente y se la traga. Ya se ha fundido con él. Esto le recuerda la ceremonia del hermanamiento por la sangre. Ahora queda por resolver el problema de qué hacer con el cabello. Saca una vela, lacre rojo y cerillas, y envuelve el cabello en una bola de lacre; fija la bola a una cinta negra y se ata al cuello el amuleto. El hueso de melocotón lo enterrará en el jardín y de él nacerá un melocotonero y, cuando sea vieja, se sentará a la sombra del árbol y pensará en él.
[Traducción de Ana María de la Fuente]