Madrid, con perdón






Acaba de ver la luz la antología Madrid, con perdón (editorial Caballo de Troya), coordinada por Mercedes Cebrián y en la que la propia Mercedes CebriánFernando San Basilio, Esther García Llovet, Carlos Pardo, Juan Sebastián Cárdenas, Jimina Sabadú, Antonio J. Rodríguez, Óscar Esquivias, Natalia Carrero, Grace Morales, Álvaro Colomer, Jordi Costa, Iosi Havilio, Roberto Enríquez y una servidora damos nuestra visión sobre algunos barrios de Madrid. El libro recoge relatos de ficción y de no ficción. La contracubierta explica que:
 
"Este libro responde a la necesidad, urgente, de elaborar una cartografía literaria sobre el Madrid contemporáneo. Su propuesta es abarcar la ciudad en quince textos; es decir, mirarla y escucharla con suma atención, pero también con osadía".

El pasado miércoles 28 de noviembre el libro se presentó por segunda vez en el fórum del Fnac de Castellana. A tal fin se proyectaron algunas fotografías de Madrid tomadas por los alumnos de la escuela de fotografía BlankPaper David Hornillos, José Deconde, Antonio Xoubanova y Nacho Navas, y se organizó una charla entre el editor Constantino Bértolo, la coordinadora de BlankPaper Escuela de Fotografía Miren Pastor y algunos de los participantes en la antología: Mercedes Cebrián, Grace Morales, Juan Sebastián Cárdenas y Carlos Pardo. Se dijeron muchas y muy interesantes cosas. Reproduzco en este blog algunos de los temas que se trataron, una reproducción deficiente porque no pude apuntarlo todo, y lo que apunté tampoco es exacto. Pido disculpas por las imprecisiones, omisiones y malentendidos. Intercalo entre las intervenciones algunas de las imágenes que se proyectaron. Ahí van:

Constantino Bértolo: En toda antología el criterio es tan riguroso como caprichoso. El criterio de quien escoge a los autores es subjetivo; sin embargo, soy de los que opinan que la subjetividad no existe o, mejor dicho, que se acaba convirtiendo en la mejor muestra de objetividad. De la misma manera que las palabras escritas ocultan otras, sería interesante preguntarse a través de estas imágenes qué es lo que la fotografía oculta en lo que muestra.



 



Mercedes Cebrián: Desde luego la idea de esta antología era ofrecer una mirada sobre Madrid que no fuera la de las guías turísticas o El Viajero. No repetir lo que siempre se ve.
 
Carlos Pardo: La selección de las palabras es personal. La subjetividad es una experiencia de un contexto. Yo he escrito sobre La Moraleja, pero no con el ánimo de saber qué es La Moraleja, sino de dar una experiencia sensorial y subjetiva. Normalmente la fotografía, la prensa o los documentales ocultan todo lo que no está ordenado. Las fotos cansan. Estamos hartos de imágenes. Estamos hartos de relatos. Es necesario mostrar cuánto hay de mentira en ese acercamiento a la realidad.
 
Juan Sebastián Cárdenas: Yo soy el tipo que viene del país que habitualmente es objeto etnográfico, y que se convierte aquí en etnógrafo. En mi texto hay una voluntad de construcción de un punto de vista que descree del discurso etnográfico. El discurso prefabricado, que ya tiene la herramienta lingüística para acercarse a las realidades, lo vemos en El País Semanal. Normalmente en este discurso prefabricado nos encontramos con la pornomiseria y la explotación de lo real. Es un discurso que no muestra, sino que oculta.
 
Grace Morales: Este tema del ocultamiento y desocultamiento se refleja en mi texto, que trata sobre Carabanchel. Cuando Mercedes me invitó a participar en la antología, me dijo que había otra autora interesada en escribir sobre este barrio, y me planteé escribir sobre otro. Sin embargo, me di cuenta de que no me veía capacitada para cambiar el sitio por una razón sentimental. Mi padre ha muerto recientemente, y quería hacerle un homenaje. Mis lectores saben que vivo en Carabanchel, barrio sobre el que ya he escrito, y me tentaba deshacer la visión a la que les tengo acostumbrados. Por otra parte, Carabanchel genera etiquetas, y también me propuse salirme de ellas.

 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 


 
 
 
 

 
Constantino Bértolo: ¿Qué es lo que la fotografía aporta y cuáles son sus límites? Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras, pero yo no lo tengo tan claro. Por otro lado, las fotos de la Casa de Campo parecen encerrar la historia de un crimen.
 
Miren Pastor: La fotografía crea una realidad paralela. No se limita a reproducir lo que el fotógrafo ve.
 
 
 
 
 

 
Constantino Bértolo: Mercedes, me gustaría preguntarte cuál es el centro de gravedad de Madrid, y si crees que es una ciudad en blanco y negro o en color. En tu texto mencionas una película en blanco y negro: Nueve cartas a Berta.
 
Mercedes Cebrián: Bueno, el blanco y negro de Madrid es en verdad color ladrillo, cosa metálica, aluminio, máquinas de aire acondicionado. Ese es nuestro paisaje habitual, y hemos generado un mecanismo de defensa para no verlo. En mi opinión, Madrid es como una ciudad medieval: el centro es reducido, la gente transita siempre por las mismas calles (un ejemplo de esto es Preciados), y todo lo que queda fuera de esa órbita es desconocido. En Madrid hay una gran cantidad de monumentos y de lugares no visitados por este motivo. Y algunos barrios que no están lejos del centro, como el de Moncloa-Argüelles, pueden pensarse como una pequeña periferia, porque colindan con carreteras.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 








Constantino Bértolo: Los textos no sólo generan preguntas, sino que también dan respuestas. Carlos, tu texto sobre La Moraleja da respuestas. La Moraleja es un campo de concentración de ricos.Tú conseguiste evadirte.

Carlos Pardo: Es un campo de concentración de ricos, pero también es un campo de juegos: el del colegio. Yo narro un origen, planteo la búsqueda de una identidad infantil, y este origen es a la vez un campo de juegos y un campo de concentración. La Moraleja te expulsa, porque también es un estatus. Los jardines aseguran la lejanía del vecino. Para contar este origen encontré un texto del año 73 sobre el suburbanismo en el que se refería lo que iba a ser La Moraleja. Era un texto terrorífico, que explicaba el campo de concentración, cuyo espacio público es el centro comercial, la iglesia y el campo de golf. En La Moraleja viven sobre todo políticos del PSOE y del PP, deportistas y cantantes. La oligarquía española. En cuanto al tema que planteabas antes del color, yo diría que cuando vives en Madrid te haces experto en la gama de grises.





 















Constantino Bértolo: Juan, tu texto se sitúa en Vallecas. ¿Por qué centras una parte del texto en retratar a un inmigrante en un barrio que concentra la mitología de la izquierda española? ¿Estás respondiendo a la historia tópica sobre Vallecas? Tu narración no refleja esa parte de Vallecas que cuenta el pasado (calle Rafael Alberti, calle del Payaso Fofó). No está ese espacio de legitimación obrera.

Juan Sebastián Cárdenas: Sí, quería ofrecer otra estampa que no fuera la típica fotografía épica de Vallecas. Pretendía generar un contraste y un choque con eso, y mostrar cómo frente a ese imaginario (que valoro, comparto y reivindico) hay otros imaginarios que se están colando allí. En mi texto sale un trabajador que tiene un valor alegórico, y un paisaje que se carga significativamente de un enigma banal, de algo que vibra fuera y que uno no sabe qué es. Están asimismo los elementos arquitectónicos homogeneizantes de la socialdemocracia española ochentera, a los que añado las reformas de los portales de inspiración funeraria (mármol, hierro), una inspiración que recuerda al Valle de los Caídos.

Mercedes Cebrián: Se podría hacer un libro sobre los materiales que abundan en Madrid: ladrillo, granito, aluminio, PVC... En esta antología aparecen muchos de esos materiales. No es un libro de personajes sino más bien de materiales.








Constantino Bértolo: Los que carecemos de lenguaje fotográfico nos preguntamos cuál es la sintaxis del reportaje. Cómo se construye el reportaje.

Miren Pastor: Se tiene siempre en cuenta cómo vas a editar las fotografías.







Constantino Bértolo: La voz postmoderna tiene mala conciencia y se ve obligada a justificarse con narradores escépticos y a través de la ironía. En la actualidad es raro que un narrador esgrima una voz que sea propositiva. Abundan las voces que se disculpan por escribir de una u otra manera, o que sólo  aspiran a gustar. Por otra parte, la voz narrativa postmoderna está ahora en quiebra, la cultura pop está en quiebra, porque la crisis no permite ironizar. También me pregunto por qué tenéis tanto miedo de ser acusados de costumbristas. La única voz de todos los textos recogidos en la antología que no ironiza, que está enfadada y cuenta con rabia, es la de Grace Morales. Grace narra la historia de un barrio usurpado. ¿Eras consciente mientras escribías de que esa voz narrativa no es actual?

Grace Morales: Pues tal vez es que lo he hecho muy mal, pero yo estaba segura de haber metido humor en el texto. Quizá lo haya hecho en menor medida por lo que ya he explicado antes: quería hacerle un homenaje a mi padre. Es posible que me haya puesto más seria.

Carlos Pardo: A mí el costumbrismo me gusta, porque se decanta por el contexto. Es la manera más eficaz de hacer algo crítico. En determinadas sociedades, el idealismo y el realismo se han convertido en dos clichés que no denotan nada. En cuanto al tema de la voz y de la ironía postmoderna, diré que a mí me parece necesario escribir con sospecha hacia la propia voz. En cuanto el caos está ordenado empiezo a sospechar, y eso también es político. Además, este problema no es sólo postmoderno, o dicho de otro modo: tengamos en cuenta que escribir como en el siglo XIX es postmoderno. El problema de lo chistoso viene de la Modernidad.
 
Juan Sebastián Cárdenas: En mi texto hay referencias al costumbrismo y a la sociología: "Detesto releer textos viejos y descubrir que he estado haciendo sociología o costumbrismo. La literatura de estos tiempos a menudo incurre en ambas cosas. Quizá sea culpa de la famosa y nunca superada crisis del realismo, eso que empezó como una crítica de cierta ideología de la representación y acabó en una cancelación general y dogmática de los poderes miméticos  en el arte, de su capacidad de tocar las cosas y dejarse tocar por ellas; echamos al niño con el agua de lavar. Tal vez la sociología y el costumbrismo -representados en géneros tan populares últimamente como la crónica o la novela social en clave de autoficción o thriller político-, sean algunos de esos escasos discursos bien codificados, socialmente aceptados, que le quedan al escritor para simular o gesticular un contacto con lo real que nunca tiene lugar, en otras palabras, para parecer objetivo sin objetar nada". Tras decir esto, mi texto sigue haciendo costumbrismo o sociología. Me gustaría hacer una distinción entre costumbrismo voluntario, que asume que no puedes renunciar a lo construido previamente, y costumbrismo involuntario. Los problemas que planteas vienen del Siglo de Oro, son problemas que ya tenía Cervantes, y tienen que ver con la relación venenosa que genera siempre la ironía, que se utiliza para establecer jerarquías. Hay no obstante  una ironía que renuncia a jerarquizar, que se plantea cómo se ha creado el arquetipo, que señala la contradicción del texto. Creo que ese es el lugar de lo político.
 
Carlos Pardo: Hay una voz débil de la que se ha abusado, y existe ahora la necesidad de crear una voz poderosa.
 
Juan Sebastián Cárdenas: Hay una nostalgia de la autenticidad en tiempos de voces débiles, irónicas, y esa nostalgia genera, como fenómeno compensatorio, algo que no es positivo: la voz dictatorial, de la que son ejemplo algunos blogs de "nueva" crítica donde la pretensión es decir la "verdad".
 
Carlos Pardo: En los textos de la antología hay algo distinto respecto al gusto literario evidente: una tendencia a la autoficción, una búsqueda de esos espacios de veracidad.

 


 
 
 
 

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