Recordaré yo estas habitaciones,
signos trasfigurados
o retratos irónicos,
cuando sólo sea posible
una discreta retirada
y lleguen las cartas con olor a ginebra,
a océanos distantes.
Porque sé,
una vez más,
que no he de recuperar la razón,
ni siquiera en esta ciudad
que se desvanece y tiembla,
borrosa,
igual que los puentes de hierro,
ciudad con niebla y lluvia
y hojas ensangrentadas por los bordes
de la memoria.
Antonio Jiménez Millán